Es extraño volver al blog después de tanto tiempo, como extraños son los tiempos que estamos viviendo, confinados en casa por culpa de un maldito virus chino y, en parte, por un gobierno inepto.
El dibujo de hoy lo hice en marzo, pero no de este nefasto año 2020, sino del pasado 2019. ¿Y por qué no lo había publicado hasta hoy? Son razones múltiples, tanto laborales como médicas, pasando por las familiares.
Pero a nadie importan mis dificultades personales y, digo yo, que si están aquí, seguramente es porque les interesa, entre otras cosas, el habla de Cartagena, y más concretamente, el término mardal.
El mardal, en Cartagena, es un carnero, el macho de la oveja, con cuernos enrollados en espiral. Es el símbolo del signo de Aries, la representación del mito del vellocino de oro. Aquel carnero, llamado Crisómalo, era alado. Los mardales de Cartagena son normalitos y no tienen alas, se desplazan a patita, como cualquier hijo de vecino ovejuno.
Pero los mardales no son carneros cualquiera, no, son los carneros-padre, destinados a la procreación; ya saben, el heteropatriarcado y todas esas memeces tan de moda.
El término cartagenero mardal proviene de la voz aragonesa mardano, que se aplica o aplicaba a estos carneros. Hay muchas voces comunes entre Aragón y el campo de Cartagena, por las huestes y población en general con que se repobló esta zona cuando fueron expulsados los moros, por la Reconquista, (algo que nunca sucedió según los historiadores progres, en su intento de convencernos de que España no existe).