Estoy en La Manga, después de comer, viendo a la gente jugar al tenis y no lo puedo creer. Hacer deporte, «con tó el sestero« en Cartagena… deporte de riesgo.
Golpe de calor

Cosas de mi tierra
Estoy en La Manga, después de comer, viendo a la gente jugar al tenis y no lo puedo creer. Hacer deporte, «con tó el sestero« en Cartagena… deporte de riesgo.
El pueblo veraniego de Cabo de Palos es un entrañable rincón del municipio cartagenero, que se adentra pronunciadamente en la mar, obligando a los buques de cabotaje a adentrarse de forma profunda en las aguas del Mediterráneo, cuando navegan desde el Levante español con rumbo hacia el sur o cuando, por el contrario, vienen desde el estrecho de Gibraltar con la proa puesta hacia los prósperos puertos de Valencia, Cataluña y aun de Francia.
Es un delicioso lugar para vivir durante los largos meses del estío ya que, presurosos, por allí cruzan todos los vientos de la rosa, por lo que los calores veraniegos se suavizan de día y de noche, proporcionando una grata y plácida estación de descanso con la mar siempre enfrente.
Un poco de historia
Allá por el siglo XV Cabo de Palos era un minúsculo caserío de pescadores. Lo habitaban unas gentes que salían a la mar a bordo de sus barquitos y regresaban al alba con sus capturas, que luego vendían en las zonas mineras de El Llano del Beal, El Estrecho de San Ginés y en la ciudad de La Unión, ya saben, minera y cantaora.
Que La Manga ha cambiado como pocos sitios en poco tiempo lo sabe cualquiera, pero verlo con ejemplos, comparando el mismo sitio con una diferencia de unos treinta años le hace a uno tomar conciencia de la locura cometida.
Estos son dos simples ejemplos de los cientos que hay. Veamos una foto de los años 60
Y ahora veamos el mismo lugar en los años 90.
Tremendo ¿verdad?
Y ahora acerquémonos y veamos otro ejemplo más de cerca. Por ejemplo, el puente sobre la Gola de Marchamalo también en los años 60.
Ahora veamos el mismo sitio en la actualidad. ¿Qué tal?
La isla de la Bota no existe. Al menos con tal nombre oficial, aunque sí en el habla popular de una parte de la población del campo de Cartagena. Se refiere, claro, a la Isla Grosa, situada frente a La Manga del Mar Menor.
Debe su apodo a la forma aparente que tiene, vista desde la costa. Vista desde otros ángulos o desde arriba, lo cierto es que se parece a una bota lo mismo que un huevo a una castaña, pero así es como la conocí de pequeño y así la seguiré llamando hasta que muera, por muy Grosa que se vaya haciendo.
La calle es mía. Eso dijo en su día D. Manuel Fraga, ministro franquista de la Gobernación, advirtiendo a los obreros que no les permitiría manifestarse el 1 de Mayo. También fue Fraga el del famoso bañador Meyba con el que se dio un bañito en aguas que simulaban ser las de Palomares.
Pues parece que el espíritu del Sr. Fraga, con o sin Meyba, veranea desde hace años en La Manga y ha poseído a cientos, miles de bañistas que también dicen eso de “La calle es mía”.
No existe tal dragón del Mar Menor, por supuesto que no.
Se trata de una simple fantasía que tengo desde pequeño y que no quería que desapareciese conmigo cuando ya no esté yo. Se trata de unos cerros o «cabezos» situados junto a Los Belones, camino de La Manga. Concretamente son el Cabezo de La Fuente, de 336 metros de altura y el Cabezo de Hornos, de 283 metros de altitud. Están separados por la Rambla de Cobaticas y forman parte de la cordillera Bética, que viene desde Andalucía y que va disminuyendo de altura hasta perderse en el Mediterráneo. El Cabo de Palos y luego los islotes de La Hormiga, el Farallón, etc. son los últimos vestigios de dicha cordillera antes de hundirse definitivamente en el agua.
Estos cerros tienen yacimientos arqueológicos y, si no estoy mal informado, en el de La Fuente hay un asentamiento neolítico y otro ibero, a diferentes alturas. Vistos desde la altura no recuerdan en nada a un lagarto ni dragón alguno, y mirados desde diferentes direcciones tampo, pero… vistos desde el oeste, a mí siempre me han parecido un gran lagarto o cocodrilo agazapado, acechando a los caminantes no avisados.
Para aquellos que no son capaces de distinguir al saurio que hay bajo las rocas y árboles, hice un pequeño retoque a la foto y espero que así sea más fácil de distinguir.
Cada vez que voy de Cartagena a La Manga, algo que ocurre muy a menudo, veo allá al fondo al «dragón», y como yo no soy San Jorge y no tiene nada que temer de mí, me parece que me guiña un ojo con simpatía y me saluda al pasar. Así viene siendo desde que era un niño y es una imagen que ya nunca conseguiré sacar de mi cabeza.
El golpista Teniente Coronel Antonio Tejero Molina fue condenado por el intento de golpe de estado del 23 de Febrero de 1. 981. En Octubre de 1.982 él, y algunos de sus cómplices, fueron dispersados y trasladados a diferentes establecimientos penitenciarios de España. A Tejero le correspondió ser recluído en el Castillo de San Julián, en Cartagena, que ya había sido utilizado como prisión para militares de alta graduación anteriormente pero, debido al mal estado de las instalaciones, finalmente fue durante un tiempo a otra prisión militar, también en Cartagena.
Estas preciosas vistas de Cartagena, su campo y su mar, fueron las que se perdió Tejero.
Cartagena desde San Julián
El Castillo de San Julián está a una altura de 295 metros sobre el nivel del mar y tiene una fantástica vista sobre la dársena de Cartagena. La historia y características de esta fortaleza hay quien las conoce mejor que yo, por ejemplo AFORCA y dejo aquí los enlaces para quien quiera conocer más.
Mi intención es únicamente ofrecer algo, no de allí, sino de lo que se ve desde allí, para aquellos que no hayan podido hacerlo o para los que quieran recordarlo.
La altura hace que los paisajes sean espectaculares en cualquier dirección hacia la que se mire. Por ejemplo, hacia el oeste, alcanzando la vista, en el horizonte, el Cabo Tiñoso y teniendo por medio las Algamecas (chica y grande), Fatares, Islas de la Torrosa y de Las Palomas, etc.:
Vista en la misma dirección, pero desde el interior de la garita de guardia, y con la fortaleza de Santa Ana a los pies.
Con tiempo despejado y buena vista, al fondo se distingue el Mar Menor y sus islas, así como la franja de La Manga.
Una preciosa vista de la ermita sobre el Monte Calvario. Lástima que no fuese día de romería.
El puerto, “a quien los de Cartago dieron nombre, cerrado a todos vientos y encubierto, a cuyo claro y singular renombre, se postran cuantos puertos el mar baña, descubre el sol y ha navegado el hombre”. Como ya dijo Don Miguel de Cervantes. En primer lugar, el dique de la Curra. Al fondo, la empresa Navantia y el Arsenal Militar:
El espacio entre los faros de Navidad (luz roja) y La Curra (luz verde). Bajo este último está La Losa (o La Laja) de la que hablaré en el futuro en otra entrada de esta web, Dios mediante
Vista parcial del Campo de Cartagena. En el centro se distingue el monte Cabezo Beaza, que da nombre al polígono industrial que se extienda a sus pies.
La refinería de Escombreras al fondo y, en primer término, las basadas de los cañones que se emplazaban en esta batería de costa, hoy ya desmantelados.
La pobrecita Isla de Escombreras, que ha quedado encajonada por los muelles y diques de las obras de ampliación de la refinería de Escombreras. Su nombre no tiene nada que ver con la primera acepción de la RAE de esa palabra escombro: cascotes, yeso, piedras, residuos y cemento. Proviene de la abundancia, en el pasado, del pez “escombro”, segunda acepción de la RAE que había en sus cercanías, una variedad de la caballa, y con el que se hacía, entre otros, el apreciado “garum”.
Esta es una vista general en dirección Este.
Y esta otra, en dirección oeste, hacia Cartagena y el poniente.
También dejo aquí un pequeño video de la dársena de Cartagena vista desde el Monte San Julián.
Y así terminó mi excursión al monte San Julián, de la que guardo un grato recuerdo y la cual hice en compañía de mi hijo, el cual me ayudó a hacer el esfuerzo de subir, venciendo mi vértigo y con algunas rampas de hasta el 17% de desnivel.
Cuando leía las obras de Henning Mankell, y las he leído todas hasta ahora, concretamente las novelas de su personaje Kurt Wallander, me llamaba mucho la atención que el padre del personaje tuviese como afición pintar cuadros y que siempre pintase la misma obra: un urogallo, en la misma postura y con el mismo paisaje al fondo.
No sospechaba entonces, o mejor dicho no me daba cuenta, de que a mí me estaba ocurriendo en parte lo mismo, porque yo tenía y tengo un, llamémosle, capricho similar: fotografiar la Gola de Marchamalo en distintos momentos y épocas del año, aunque eso sí, no siempre con el mismo paisaje de fondo.
La gola –garganta- de Marchamalo, en La Manga, es el único canal artificial de los cinco que unen el Mar Menor con el Mediterráneo (o Mar Mayor, como decimos los cartageneros). En el siglo XVI se concedió al Santo Hospital de Caridad de Cartagena licencia para su construcción y explotación pesquera por el sistema de encañizada, introducido por los árabes, un método artesanal que era muy frecuente en el litoral mediterráneo y aún más en el Mar Menor.
Es un canal de muy poca profundidad que no permite el paso más que de embarcaciones de muy poco calado. Además, al ser totalmente artificial, cuesta mucho trabajo mantenerlo limpio de sedimentos, sobre todo arena, que tienden a cegarlo y obliga a su dragado periódico para evitar su obstrucción total y problemas de salubridad que ocasionaría si terminaran por estancarse sus aguas.
Dragando el Canal de Marchamalo (Foto: La Opinión)
Sin embargo, pese a sus dificultades, su labor es importante ya que ayuda a intercambio de fauna piscícola entre ambos mares, a la compensación de niveles del Mar Menor que varían tanto en cantidad como en salinidad de sus aguas debido a las lluvias, a la gran evaporación por el calor, etc. así como a que haya circulación y movilidad, aunque sea escasa, de sus aguas entre la zona norte (donde están los canales del Estacio, la Torre, el Charco y el Ventorrilo, con la zona sur de la laguna, que es donde está Marchamalo, que en principio se llamó Encañizada de Calnegre.
Maqueta del proyecto de urbanización de La Manga
Cuando a partir de la primera década de los 60 en el siglo XX empieza la urbanización (salvaje, dicho sea de paso) de La Manga, se crea la necesidad de la construcción de un puente sólido sobre el canal de Marchamalo en lugar del provisional que existía, ya que ha de soportar el tráfico rodado pesado.
Después, La Manga se va poblando de edificios de todo tipo y condición, sin ninguna planificación ordenada y sin el más mínimo respeto a las normas elementales de medio ambiente. La zona de la Gola de Marchamalo no iba a ser una excepción y también se va construyendo a su alrededor. Una de dichas construcciones es el primer puerto deportivo, el “antiguo”, hoy ocupado por el Club Náutico La Isleta.
Y sobre todo, lo peor de lo peor, en la segunda mitad de los años 80, tres monstruosos edificios de apartamentos en primera línea de playa, dos de ellos en el lado sur del canal, los del Residencial Club Náutico, y otro en el lado norte.
Bloques en primera línea de mar
Desde que lo conozco, y de eso ya hace tiempo, Marchamalo ha sufrido pocos cambios significativos aparentemente salvo el de las tres enormes torres de pisos sobre la mismísima arena del Mar Menor.
La encañizada, aunque sin uso pesquero, se mantuvo hasta finales de los 80 aproximadamente, y actuaba como valla divisoria entre ambos mares e impedía la circulación de embarcaciones de una a otra parte.
Marchamalo en los 80
Tras su desaparición, además de empezar a circular canoas, veleros y esos ingenios tan agradables que son las motos acuáticas, con sus sones acompasados que sirven de arrullo para los sueños estivales y sus efluvios de fragancias arrebatadoras.
Embarcaciones en el canal
Con esa circulación de embarcaciones, el canal se convirtió en un fondeadero ilegal que acogía cientos de embarcaciones de todo tipo y condición, con sus correspondientes “muertos” o bloques donde amarrar los barcos. Incluso algunos marinos manitas se habían fabricado sus pequeños espigones artesanales.
Aquello se acabó en 2011 cuando Medio Ambiente prohibió los fondeos ilegales en Marchamalo y todas aquellas embarcaciones de recreo hubieron de buscarse otro hogar.
Libre de fondeos ilegales. Junio de 2012
Un cambio muy menor fue el de las alzavaras que nacieron, crecieron y murieron en el pequeño canal o subcanal que discurre paralelo a la calle de la Isla de Delos, y une el puerto deportivo y el propio canal de Marchamalo.
Alzavara (Pita o Ágave) de una altura extraordinaria.
Mi urogallo particular
Marchamalo desde el cielo.
Fotografío una y otra vez Marchamalo –además de otras cosas, claro- desde un lado y desde el otro, con nubes y con sol, en panorámica y en detalle, de día y de noche.
Del día a la noche
No sé si es una fijación o no, ni si requiere atención médica, espero que no. Y si es que sí, pues mira, como dicen en mi tierra, “a otros le da por chupar candaos…”