España la creó un cartagenero

España la creó un cartagenero. Vale, de entrada resulta chocante. O provocador. Vamos, que es mentira. O, mejor dicho, casi mentira, porque un porquito de verdad sí que tiene. Veamos por qué.

Para empezar, tenía ganas de escribir sobre esto desde hace tiempo, desde que le leí a un buen amigo decir algo así como que «España en realidad no existe». Sí, dijo eso, y a pesar de ello seguimos siendo amigos. Cosas de la amistad.

Como San isidoro era un bendito no haría nunca algo así, pero me gusta imaginarlo.
San Isidoro de Cartagena y las teorías modernas sobre la «nación de naciones» y gilipolleces varias.

Con esa manía de reescribir y tergiversar la historia que tienen los progres y los indepes; la verdad es que yo a veces no los distingo unos de otros, como van juntos hasta a mear, te encuentras día sí y día no -en Cartagena diríamos «un día sin otro», pero no quiero desviarme- con que todo lo de mérito es de su pequeña nacioncita.

Que si Santa Teresa era de aquí, que si el Quijote lo escribió uno de allá, que si América la descubrió otro de acuyá… lo dicen tan panchos. Y además cobran por eso.

Bueno, pues si cada uno dice la burrada que quiere ¿por qué no iba yo a decir que España la creó un cartagenero? Cuando, además, un poco de verdad sí que tiene.

Isidoro de Cartagena

Ese cartagenero fue Isidoro de Cartagena, o San Isidoro, aunque se le conoce por el «mote» de Isidoro de Sevilla. Pero vayamos poco a poco.

A Leonardo da Vinci se le llama así porque nació en Vinci, aunque su principal obra la desarrolló en Florencia y otras ciudades de Italia ¿verdad? A Pitágoras de Samos se le conoce de este modo por nacer en Samos aunque vivió en Crotona, a San Francisco de Asís… sí, lo han adivinado, nació en Asís.

Pero en el caso de mi paisano Isidoro, no. Nació aquí, junto con sus cuatro hermanos; de los cuales otros tres (Leandro, Fulgencio y Florentina) además de él mismo, que fue el menor, fueron santos. Y la otra hermana, Teodosia, no llegó a santa, pero le faltó poco. Eran hijos de del Duque (Dux) Severiano.

Todo esto, si le interesa, puede verlo con más detalle en este otro post que escribí hace tiempo sobre el Duque Severiano.

El caso es que, como explico allí, por razones políticas, la familia, que eran godos por parte de padre e hispanos por parte de madre, tuvo que marcharse de Cartagena, ya que la ciudad pasó a estar bajo el poder del imperio Bizantino. Y se fueron a Sevilla. Y no perdieron la silla ni nada de eso, al contrario.

El hermano mayor, Leandro, llegó a obispo de Sevilla y, a su muerte, le sucedió nuestro Isidoro de Cartagena. Y a partir de ahí, que si Isidoro de Sevilla por aquí, que si Isidoro de Sevilla por allá, hasta hoy. Y no hay quien lo cambie, oiga.

Pero voy a intentar centrarme de nuevo. No voy a intentar describir aquí los logros, los méritos y la influencia de Isidoro en todos los campos del saber: historia, teología, ciencias naturales, derecho, retórica, matemáticas, música, medicina…

Y además, política. Porque intervino en TODO lo importante que ocurrió en España -sí, he dicho España- de entonces, y en lo que ocurrió después. Participó en concilios, intervino en la conversión de Recaredo al catolicismo con lo que conllevó eso: la unificación de España -sí, he vuelto a decir España- y, además escribió sus famosas «Etimologías» que resultaron un compendio de todo el saber hasta entonces. Una especie de Enciclopedia a lo bruto.

Vamos que Isidoro de Cartagena hizo que, mientras que Europa se hundía en un páramo cultural y político dividida en pequeños reinos, en España -otra vez, lo he dicho otra vez- brillaba y se unía como la primera nación.

No voy a entrar al trapo de distinguir nación, país, estado, etc. Ya sé que los estados modernos tal y como los conocemos ahora surgieron tras la revolución francesa, pero que España era una nación, vamos que si lo era. Y lo es.

Y aunque aquella -que es esta- bendita tierra se había llamado Hispania por los romanos, pero no era todavía una nación, sino una provincia del imperio romano, cuando se constituyó una unidad independiente alrededor de la monarquía gótica, ya se llamó España. Y fue Isidoro de Cartagena el PRIMERO que utilizó ese nombre. Por eso el título provocador de este post.

Sobre la alabanza a España

Como también le daba a la Historia, Isidoro escribió la «Historia de los Godos» y el prólogo a esa obra fue «Sobre la alabanza a España» Aunque sea un poquillo largo, lo voy a copiar íntegro aquí:

«Eres, oh España, la más hermosa de todas las tierras que se extienden del Occidente a la India; tierra bendita y siempre feliz en tus príncipes, madre de muchos pueblos. Eres con pleno derecho la reina de todas las provincias, pues de ti reciben luz el Oriente y el Occidente.

Tú, honra y prez de todo el Orbe; tú, la porción más ilustre del globo. En tu suelo campea alegre y florece exuberancia la fecundidad gloriosa del pueblo godo.

La pródiga naturaleza te ha dotado de toda clase de frutos. Eres rica en vacas, llena de fuerza, alegre en mieses. Te vistes con espigas, recibes sombra de olivos, te ciñes con vides. Eres florida en tus campos, frondosa en tus montes, llena de pesca en tus playas.

No hay en el mundo región mejor situada que tú; ni te tuesta de ardor el sol estivo, ni llega a aterirte el rigor del invierno, sino que, circundada por ambiente templado, eres con blandos céfiros regalada.

Cuanto hay, pues, de fecundo en los campos, de precioso en los metales, de hermoso y útil en los animales, lo produces tú. Tus ríos no van en zaga a los más famosos del orbe habitado.

 Ni Alfeo iguala tus caballos, ni Clitumno tus boyadas; aunque el sagrado Alfeo, coronado de olímpicas palmas, dirija por los espacios sus veloces cuadrigas, y aunque Clitumno inmolara antiguamente en víctima capitolina, ingentes becerros.

No ambicionas los espesos bosques de Etruria, ni admiras los plantíos de palmas de Holorco, ni envidias los carros alados, confiada en tus corceles. Eres fecunda por tus ríos; y graciosamente amarilla por tus torrentes auríferos, fuente de hermosa raza caballar.

Tus vellones purpúreos dejan ruborizados a los de Tiro. En el interior de tus montes fulgura la piedra brillante, de jaspe y mármol, émula de los vivos colores del sol vecino.

Eres, pues, Oh, España, rica de hombres y de piedras preciosas y púrpura, abundante en gobernadores y hombres de Estado; tan opulenta en la educación de los príncipes, como bienhadada en producirlos.

Con razón puso en ti los ojos Roma, la cabeza del orbe; y aunque el valor romano vencedor, se desposó contigo, al fin el floreciente pueblo de los godos, después de haberte alcanzado, te arrebató y te armó, y goza de ti lleno de felicidad entre las regias ínfulas y en medio de abundantes riquezas.>>

Yo recomiendo vivamente leer y conocer un poco más a Isidoro de Cartagena. Fue un auténtico monstruo en el mejor sentido de la palabra. Hasta que no profundizas en él no llegas a alcanzar la dimensión que tuvo y la influencia que obró tanto en España como en todo Occidente, en su época y mucho después.

Severiano, duque de Cartagena

Empiezo esta serie de “Cartageneros y Cartagenericos” con uno que precisamente nacido en Cartagena no parece que fuese aunque sí que es uno de los personajes que más lustre y brillo han dado la ciudad, porque engendrar en un sitio a cuatro santos y pico no lo hace cualquiera. Hablo, claro, del duque Severiano. Y lo del pico ya lo aclararé después.

Severiano parece que nació en Italia, siendo hijo del rey ostrogodo Teodorico el Amalo, o también conocido como Teodorico el Grande. Como todo el mundo sabe 😉   Teodorico fue rey de Italia y gobernó sobre los ostrogodos, por derecho propio (el derecho que le daba haber asesinado al anterior rey, Odoacro, con sus propias manos), y sobre los visigodos en nombre de su nieto Amalarico, hasta que se hizo mayor de edad. Este gobierno sobre los visigodos le daba en la realidad el mando sobre España, aunque entonces se llamaba Hispania, caprichos de las historia. Y este gobierno indirecto sobre España es lo que nos manda a Severiano para acá.

El_Duque_Severiano

La provincia cartaginense era la mayor de España por aquellos tiempos y su capital era Cartagena. A fin de tenerlo todo atado y bien atado. Teodorico envió a su hijo Severiano como duque de Cartagena, y este cogió un barco en Ostia y se vino para acá. Ya tenemos a Severiano hecho todo un cartagenero de postín. Lo primero que hizo –o lo segundo, vaya usted a saber- fue casarse con una española, a fin de estrechar lazos y todas esas cosas que hacen los nobles. La buena mujer se llamaba Santina o Sancha, que suena muy español, y dicen que era descendiente del emperador Teodosio; Teodosio el Grande, claro, que aquí  todo el mundo parece que era grande. Todo el mundo sabe también 😉 😉  quién fue Teodosio, emperador de Roma, pero si alguien no se acuerda, para eso está la Wikipedia.  Es muy probable que, efectivamente, la mujer de Severiano fuese española y fuese descendiente del emperador Teodosio, en primer lugar porque este había nacido en España y en segundo porque esta gente no se casaba con la cocinera o la lavandera, tenía que ser de dama de alta cuna, aunque fuese de baja cama, como cantaba Cecilia.

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Los Cuatro Santos, como los mosqueteros, pero al revés.

Como todo el mundo sabía, porque ahora ya se sabe cada vez menos, los Tres Mosqueteros eran cuatro. A Porthos, Athos y Aramis había que añadirle D’Artagnan, que aprobó luego las oposiciones a mosquetero del estado.

Y si alguien visita la calle de los Cuatro Santos podría llegar a la conclusión de que son tres porque en sus hornacinas están San Fulgencio, San Isidoro y Santa Florentina, pero no está San Leandro, que se halla en buenas manos para su restauración. Cuando pase la ITV, que se está haciendo larga, volverán a ser cuatro.

El lugar donde están las hornacinas con los cuatro hermanos cartageneros, hijos del Duque Severiano, y que alcanzaron la santidad, se llamaba antes Las Cuatro Esquinas, un nombre muy poco original ya que en casi todas las ciudades había un lugar llamado así, y solía ser centro de reuniones y actividad ciudadana.

Y las Cuatro Esquinas no eran, como hoy, centro de la Calle de Los Cuatro Santos, sino que eran comienzo y fin de dos calles porque, aunque hoy sea una sola, antes era calle de Sola (por Don Luis de Sola, un religioso que vivió en ella) desde la calle del Aire hasta la calle de Jara, o sea, hasta las Cuatro Esquinas. Y la otra calle, que partía de ese punto y llegaba hasta la plaza de San Ginés (de la Jara) se llamaba calle de Ginés Díaz.

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