Se sabe que hay elecciones municipales y regionales para el próximo 28 de mayo.
Hay movimientos por colocarse en los mejores puestos, mucho movimiento. Al mismo tiempo, la prensa anuncia que hay una plaga de garrapatas. ¿Casualidad? Podría ser
Entre los muchos movimientos anunciados, parece que se han incluido picoletos en algunas listas. Eso puede ser bueno, para tenerlos vigilados más estrechamente a los candidatos.
Érase una vez que el bueno de Van Gogh, Vicentico para los amigos, pasó por Cartagena y se fue a ver el faro de Navidad y, una vez allí, agarró el pincel y dale que te pego, reflejó así uno de los faros más bonitos del Mediterráneo.
El Faro de Navidad, según Van Gogh
Que conste que todo esto es mentira, la foto-pintura es mía, no de Vicentico, y todo es una fantasía que me he montado yo.
No sea que luego vengan los verificadores de la verdad (fact checkers) esos que se han inventado y pagan la gentuza del Nuevo Orden Mundial y me quieran cerrar el blog.
Según cuentan, los galos sólo temían a que el cielo cayera sobre sus cabezas. Al menos eso he leído siempre en los cómics de Astérix.
Aquel día, hace ya unos meses, cuando todavía me gustaba pasear por la calle porque no había que llevar bozal, bajo el Gran Hotel de Cartagena, al mirar hacia arriba, eso es lo que me temí, que el cielo cayera sobre mi cabeza, pero no, al final no cayó el cielo… ni una gota tampoco.
Recordé la revista de humor deportivo Barrabás, que se publicaba (y yo devoraba) a mediados de los años 70.
En ella dibujaban Óscar e Ivá, y hacían el resumen de los partidos de cada jornada. Con dibujos sencillos, rápidos, y me dio esta mañana por hacer uno de ese estilo mientras tomaba el primer café del día.
Todavía tengo revistas de aquella época. Aquí, un ejemplo:
No estoy orgulloso de ser cartagenero, porque no es mérito mío. Me «nacieron» aquí.
Cartagena de Levante. Tres mil años de historia.
Pero contento sí que lo estoy de haber nacido en Cartagena, porque tuve suerte, una inmensa suerte. Y agradezco esa suerte, porque, como dice el refrán es de bien nacidos ser agradecidos.
Lo tengo muy callado, pero soy adivino, de los buenos, de los que fallan poco o nada. Tengo mi bola de cristal y todo.
Voy a poner un ejemplo, lejano pero válido. Allá por 2010, a fines de febrero, se me ocurrió volver a dibujar viñetas de fútbol, como ya había hecho antes en diversas ocasiones y para publicaciones diferentes. Pero en esta ocasión iba a ser digital.
Había salido al mercado el diario digital Sportcartagena, dirigido por mi amigo Manuel Ángel Balaguer. Le llamé, le pregunté si le interesaban mis colaboraciones y no lo dudó, me dijo que encantado, de modo que me puse manos a la obra y al rato le envié mi primera aportación, que es la que reproduzco aquí.
El globo que, según los pimentoneros, se desincharía
El Efesé, por entonces, marchaba muy bien, estaba incluso en posición de ascenso, tercero, detrás del Hércules y la Real Sociedad (en aquella época ascendían 3 directos).
Nuestros vecinos del otro lado del Puerto de La Cadena estaban un poco peor, y andaban jodiendo con aquello que éramos un globo que acabaría desinchándose, que nuestro estadio era como un futbolín, etc.
Por eso hice la viñeta del globo, con dos jugadores de la tierra: Yuste y el capi Mariano Sánchez (¿se acuerdan cuando había algún jugador cartagenero en el Cartagena? ¡Qué tiempos!)
Y Mariano decía que «Murcia» le sonaba… algo allá abajo, entre Castellón y Cádiz, cerca de Irún. Aquel despropósito geográfico, sin embargo, era acertadísimo en lo futbolístico. Meses después, en junio de aquel año, descendieron a Tercera -aunque eufemísticamente se le llamaba Segunda B, igual que podían haberla llamado Primera C- el Murcia, el Castellón, el Cádiz y el Real Unión de Irún. Lo clavé, vamos.
El Efesé no ascendió a Primera, obviamente; quedó en el 5º puesto, pero el globo no se desinchó.
Más exactamente, es el faro de Navidad, en el puerto de Cartagena.
Si sumamos los hechos de que la fecha que más me gusta es la Navidad, que mi color preferido es el rojo, que la profesión que me habría gustado tener es la de farero y que no cambiaría mi ciudad por ninguna otra del planeta para vivir… queda claro que este lugar tiene para mí un valor especial.
Del mismo modo que a Miguel Hernández se le murió su amigo Ramón Sijé, a mí se me ha muerto mi amigo Juan Mediano, que estará en los cielos.
Compartimos muchas cosas, fuimos compañeros de trabajo además de amigos, e hice muchos dibujos para él. Gran parte de las portadas de sus libros las dibujé yo. Y el dibujo que le hago hoy, con todo el cariño y respeto, como homenaje, supongo que será el último.
Juan Mediano, presentándose a San Pedro
Como habrá mucha gente que contará como era, yo prefiero contar cómo imagino que es ahora, porque lo conozco.
Habrá llegado al cielo todo serio y formal, porque a circunspecto no le gana nadie. Se habrá presentado a Pedro Marina Cartagena. Igual hasta se ha puesto pajarita y, si hay zona de fumadores allí, habrá sacado la pipa.
De entrada pensarán que es aburrido, por lo formal. Pero en cuanto abra la boca, sabrán lo que es la coña de un cartagenerico, que ríase usted de la famosa retranca gallega.
Hablará y no parará de cosas de su tierra, que es la mía, Cartagena, poniéndola por las nubes, aunque eso le resultará fácil ya que es donde está ahora mismo.
Escribirá pronto en «El Eco del Cielo» o como se llame la prensa de allí. Hablará por «La Voz de la Eternidad» o cualquier otra emisora celestial. Narrará historias y anécdotas que ya quisieran los Hechos de los Apostóles, con perdón.
Y no me extrañaría que en el futuro aparezca un nuevo evangelio, apócrifo, sí, pero evangelio, donde al final alguien firme: «Simplemente Juan».
Bueno, amigo Juan, nos vemos. Pero no corre prisa.
España la creó un cartagenero. Vale, de entrada resulta chocante. O provocador. Vamos, que es mentira. O, mejor dicho, casi mentira, porque un porquito de verdad sí que tiene. Veamos por qué.
Para empezar, tenía ganas de escribir sobre esto desde hace tiempo, desde que le leí a un buen amigo decir algo así como que «España en realidad no existe». Sí, dijo eso, y a pesar de ello seguimos siendo amigos. Cosas de la amistad.
San Isidoro de Cartagena y las teorías modernas sobre la «nación de naciones» y gilipolleces varias.
Con esa manía de reescribir y tergiversar la historia que tienen los progres y los indepes; la verdad es que yo a veces no los distingo unos de otros, como van juntos hasta a mear, te encuentras día sí y día no -en Cartagena diríamos «un día sin otro», pero no quiero desviarme- con que todo lo de mérito es de su pequeña nacioncita.
Bueno, pues si cada uno dice la burrada que quiere ¿por qué no iba yo a decir que España la creó un cartagenero? Cuando, además, un poco de verdad sí que tiene.
Isidoro de Cartagena
Ese cartagenero fue Isidoro de Cartagena, o San Isidoro, aunque se le conoce por el «mote» de Isidoro de Sevilla. Pero vayamos poco a poco.
A Leonardo da Vinci se le llama así porque nació en Vinci, aunque su principal obra la desarrolló en Florencia y otras ciudades de Italia ¿verdad? A Pitágoras de Samos se le conoce de este modo por nacer en Samos aunque vivió en Crotona, a San Francisco de Asís… sí, lo han adivinado, nació en Asís.
Pero en el caso de mi paisano Isidoro, no. Nació aquí, junto con sus cuatro hermanos; de los cuales otros tres (Leandro, Fulgencio y Florentina) además de él mismo, que fue el menor, fueron santos. Y la otra hermana, Teodosia, no llegó a santa, pero le faltó poco. Eran hijos de del Duque (Dux) Severiano.
Todo esto, si le interesa, puede verlo con más detalle en este otro post que escribí hace tiempo sobre el Duque Severiano.
El caso es que, como explico allí, por razones políticas, la familia, que eran godos por parte de padre e hispanos por parte de madre, tuvo que marcharse de Cartagena, ya que la ciudad pasó a estar bajo el poder del imperio Bizantino. Y se fueron a Sevilla. Y no perdieron la silla ni nada de eso, al contrario.
El hermano mayor, Leandro, llegó a obispo de Sevilla y, a su muerte, le sucedió nuestro Isidoro de Cartagena. Y a partir de ahí, que si Isidoro de Sevilla por aquí, que si Isidoro de Sevilla por allá, hasta hoy. Y no hay quien lo cambie, oiga.
Pero voy a intentar centrarme de nuevo. No voy a intentar describir aquí los logros, los méritos y la influencia de Isidoro en todos los campos del saber: historia, teología, ciencias naturales, derecho, retórica, matemáticas, música, medicina…
Y además, política. Porque intervino en TODO lo importante que ocurrió en España -sí, he dicho España- de entonces, y en lo que ocurrió después. Participó en concilios, intervino en la conversión de Recaredo al catolicismo con lo que conllevó eso: la unificación de España -sí, he vuelto a decir España- y, además escribió sus famosas «Etimologías» que resultaron un compendio de todo el saber hasta entonces. Una especie de Enciclopedia a lo bruto.
Vamos que Isidoro de Cartagena hizo que, mientras que Europa se hundía en un páramo cultural y político dividida en pequeños reinos, en España -otra vez, lo he dicho otra vez- brillaba y se unía como la primera nación.
No voy a entrar al trapo de distinguir nación, país, estado, etc. Ya sé que los estados modernos tal y como los conocemos ahora surgieron tras la revolución francesa, pero que España era una nación, vamos que si lo era. Y lo es.
Y aunque aquella -que es esta- bendita tierra se había llamado Hispania por los romanos, pero no era todavía una nación, sino una provincia del imperio romano, cuando se constituyó una unidad independiente alrededor de la monarquía gótica, ya se llamó España. Y fue Isidoro de Cartagena el PRIMERO que utilizó ese nombre. Por eso el título provocador de este post.
Sobre la alabanza a España
Como también le daba a la Historia, Isidoro escribió la «Historia de los Godos» y el prólogo a esa obra fue «Sobre la alabanza a España» Aunque sea un poquillo largo, lo voy a copiar íntegro aquí:
«Eres, oh España, la más hermosa de todas las tierras que se extienden del Occidente a la India; tierra bendita y siempre feliz en tus príncipes, madre de muchos pueblos. Eres con pleno derecho la reina de todas las provincias, pues de ti reciben luz el Oriente y el Occidente.
Tú, honra y prez de todo el Orbe; tú, la porción más ilustre del globo. En tu suelo campea alegre y florece exuberancia la fecundidad gloriosa del pueblo godo.
La pródiga naturaleza te ha dotado de toda clase de frutos. Eres rica en vacas, llena de fuerza, alegre en mieses. Te vistes con espigas, recibes sombra de olivos, te ciñes con vides. Eres florida en tus campos, frondosa en tus montes, llena de pesca en tus playas.
No hay en el mundo región mejor situada que tú; ni te tuesta de ardor el sol estivo, ni llega a aterirte el rigor del invierno, sino que, circundada por ambiente templado, eres con blandos céfiros regalada.
Cuanto hay, pues, de fecundo en los campos, de precioso en los metales, de hermoso y útil en los animales, lo produces tú. Tus ríos no van en zaga a los más famosos del orbe habitado.
Ni Alfeo iguala tus caballos, ni Clitumno tus boyadas; aunque el sagrado Alfeo, coronado de olímpicas palmas, dirija por los espacios sus veloces cuadrigas, y aunque Clitumno inmolara antiguamente en víctima capitolina, ingentes becerros.
No ambicionas los espesos bosques de Etruria, ni admiras los plantíos de palmas de Holorco, ni envidias los carros alados, confiada en tus corceles. Eres fecunda por tus ríos; y graciosamente amarilla por tus torrentes auríferos, fuente de hermosa raza caballar.
Tus vellones purpúreos dejan ruborizados a los de Tiro. En el interior de tus montes fulgura la piedra brillante, de jaspe y mármol, émula de los vivos colores del sol vecino.
Eres, pues, Oh, España, rica de hombres y de piedras preciosas y púrpura, abundante en gobernadores y hombres de Estado; tan opulenta en la educación de los príncipes, como bienhadada en producirlos.
Con razón puso en ti los ojos Roma, la cabeza del orbe; y aunque el valor romano vencedor, se desposó contigo, al fin el floreciente pueblo de los godos, después de haberte alcanzado, te arrebató y te armó, y goza de ti lleno de felicidad entre las regias ínfulas y en medio de abundantes riquezas.>>
Yo recomiendo vivamente leer y conocer un poco más a Isidoro de Cartagena. Fue un auténtico monstruo en el mejor sentido de la palabra. Hasta que no profundizas en él no llegas a alcanzar la dimensión que tuvo y la influencia que obró tanto en España como en todo Occidente, en su época y mucho después.