Mis recuerdos navideños están llenos de olores, sonidos e imágenes variopintos. La mayoría agradables, y alguno un poco siniestro.
Entre los primeros están las tortas de Pascua que hacía mi madre, y su aroma, el sonido de los villancicos (todos en español, claro, el inglés no había llegado aún), el belén y sus figuritas de barro desportilladas, con el río hecho de papel de aluminio y el lago con un espejito.
