Micerinos, faraón de Cartagena

Pirámides en Egipto hay muchas pero cuando hablamos de «las pirámides», por antonomasia, nos estamos refiriendo a tres: las de la meseta de Gizeh. La más grande es la de Keops (o Kufú), la mediana es la de Kefrén, y la pequeña, si es que se puede llamar pequeña a una edificación de 64 metros de altura, es la de Micerinos, llamado también Menkaura.

Pues bien, Micerinos fue faraón del Alto y Bajo Egipto y -un poquito al menos- también de Cartagena, ya que tenemos su sarcófago y parte de su ajuar funerario en nuestras aguas.

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El faraón Micerinos reinó entre 2510 y 2485 a.C. aproximadamente. Fue hijo de Keops y nieto de Kefrén aunque, en algunos textos se dice que Keops y Kefrén eran hermanos y no padre e hijo. Si eso fuese así, Micerinos sería hijo de Keops y sobrino de Kefrén. Sea como sea, todo queda en familia.

La pirámide de Micerinos fue saqueada por ladrones de tumbas como casi todas las demás. Lo que no se llevaron los rateros fue las piezas demasiado grandes o pesadas como para cargar con ellas. Ese es el caso del enorme sarcófago de basalto, artísticamente labrado, que encontraron en 1837 otros saqueadores más modernos, en este caso el coronel británico Richard Howard Vyse que, como es habitual en estos depredadores, arrasó con todo lo que pudo y se lo llevó camino del Museo Británico. Oficialmente era un regalo del sultán de Turquía para su graciosa majestad. Pero por las buenas o por las malas el camino era siempre el mismo.

Les costó Dios y ayuda sacar el dichoso sarcófago y otros elementos, que llegaron a ocupar, dicen, hasta 300 cajas, y cargarlos en dos barcos. Uno de ellos fue la goleta Beatrice, donde se cargó el sarcófago, en el puerto de Alejandría y desde allí partió hacia la Gran Bretaña. Pero como a veces también a los piratas las cosas les salen mal, en esta ocasión les salió y se desató una tormenta de aquí te espero. Ese «aquí» fueron las costas cartageneras, a cuyo puerto se dirigía la goleta para intentar encontrar refugio. No consiguieron entrar a puerto o estaban a punto de hacerlo cuando el barco se hundió. Debían estar muy cerca de la costa porque todos los marinos pudieron llegar a tierra y no hubo víctimas. Por ellos se tienen muchos datos, que declararon al seguro, pero que se conservaron en secreto para evitar que alguien robara el tesoro. Cree el ladrón… y hace bien.

Quizás para crear confusión y evitar a esos cazadores de tesoros, se lanzaron diferentes posibles ubicaciones del pecio: desde otros puertos mediterráneos, hasta las costas gallegas e incluso cantábricas pasando por la desembocadura del Tajo en Portugal. Pese a todo, la inmensa mayoría de los expertos creen que los restos de la Beatrice está en la costa cartagenera, entre Cabo de Palos y Mazarrón y otros creen que más cerca incluso, casi en la bocana del puerto. Ha habido ya varios intentos de localizar el pecio pero no han llegado a salir de los despachos esos intentos, por problemas burocráticos. Y es que, en caso de localizarse, surgirían los eternos problemas como ocurrió en casos parecidos. ¿A quién pertenecería? Egipto, país de procedencia; Gran Bretaña cuyo pabellón ondeaba en el barco; España, en cuyas aguas territoriales está el barco… o incluso la nacionalidad de quien lo encuentre y rescate.

Mientras que ocurre o no, por ahora Micerinos sigue siendo faraón de Cartagena.

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