¡Ay, mi Alameda!

¿Por qué la Alameda es mi calle favorita de Cartagena? ¿Porque nací allí? ¿Porque mi primer trabajo fue allí? Podría ser, porque egocéntrico soy un poquico, o un muchico, depende de cómo me levante. Pero no es sólo por eso. Hay más.

La Alameda de San Antón, además de ser bonita, al menos a mis ojos, y de tener mucha historia a lo largo de un kilómetro, porque eso es lo que mide, representa la capacidad de renacer una y otra vez tras ser arrasada. Porque mira que lleva destrucciones, la pobre.

Dije que mide un kilómetro, y no es que me haya entretenido ni en medirla con una cinta métrica ni, lo que es más común, tampoco lo haya hecho con el cuentakilómetros del coche, no. Lo sé porque hay, o había, un mojón de carretera, en la Plaza de España, que es donde nace la Alameda, y había otro al llegar a la entrada del Barrio de San Antón, que le da nombre a la calle y que también es donde termina esta.

Alameda y Plaza de España – Años 60

De mojón a mojón y mido porque me toca: un kilómetro; lo dicho.

También me gusta la Alameda porque es ancha, como Castilla; y es recta, como los raíles de los trenes que tuvo Cartagena desde 1865 hasta 2022. Su orientación norte-sur y las características citadas anteriormente, anchura y rectitud, la hacen muy luminosa, ya que el sol corre por ella prácticamente desde su salida hasta su ocaso.

Puertas de Madrid – 1902

De jovencito ya me preguntaba yo ¿y por qué la llaman alameda si no hay álamos? Ah, pero los hubo. Dije anteriormente que tiene mucha historia “mi” Alameda. En enero de 1591, el 15 de enero para ser más precisos, según cuenta el cronista Isidoro Martínez Rizo “nuestro Concejo ordenó plantar árboles de la familia de los álamos desde las puertas de la ciudad hasta la fuente que existe a la orilla del camino de Murcia”.

La orden del Concejo, que era como llamaban entonces al Ayuntamiento, era más larga y compleja, aquí la he abreviado para evitar enrollarme más de lo habitual.

En aquellos tiempos toda esa zona era huerta y, a través de ella discurría un camino que iba a Murcia y, andando, andando, a Madrid. Aquel camino arrancaba en los que hoy es aproximadamente la Plaza de España, saliendo de las murallas, por las puertas que se llamaron, precisamente, Puerta de Madrid y luego Puerta de Murcia.

Y el plantar álamos y olmos es porque eran las maderas preferidas en la construcción naval, y aquí se elaboraban las galeras y demás embarcaciones de Su Majestad. Porque recuerden sus señorías que, en épocas de absolutismo, todo era propiedad del rey, y la gente no eran ciudadanos, sino súbditos. Vamos camino de eso otra vez, aunque sin reyes; en lugar de eso son los CEO’s de empresas los dueños del cotarro, con la ayuda de sus sicarios: los partidos y las ONG’s.  Pero me estoy desviando, como siempre.

También he dicho, creo, que ha tenido muchas destrucciones mi pobre Alameda. Entiéndase por talas generalizadas y nuevas plantaciones de árboles. Porque los árboles siempre hay alguien a quien estorban por cualquier motivo. Siempre había pensado que era porque los ramajes, si eran muy bajos y tupidos, estorbaban a la cornamenta de algunos, que se les enredaban al pasar y ordenaban cortarlos, pero, al parecer, hubo también otras razones.

En 1724 hubo un señor que era, además de gobernador político y militar de Cartagena, Comandante General del Reino de Murcia. ¿Se imaginan, en la actualidad, que el gobernador de Cartagena sea el mandamás de la región de Murcia? No ¿verdad? Yo tampoco, no tengo imaginación para tanto. El caso es que aquel señor, conde Arschot de la Riviere, imagino (repito, imagino) de origen belga, cuando Flandes era español, ya que hay una región en Bélgica con ese nombre. Bien el conde Arschot de la Riviere, según se sabe, era un tipo muy enérgico y, al parecer, los tenía cuadrados. Además era una época muy convulsa en España (¿cuándo no?) había subido al trono Luis I, hijo de Felipe V, el primer Borbón. Pero el pobre zagal duró muy poco porque la palmó, reinó solamente de enero a agosto, y volvió a ocupar el trono su padre, por necesidad. Su padre, Felipe V, que ya estaba jubilado y estaba más zumbado que las maracas de Machín. Pero vuelvo a desviarme; en cuanto cojo la historia, me desquicio.

Decía yo, que el tal Arschot era muy enérgico y además el reino estaba gobernado con manos poco firmes, así que la firmeza la ponía él. Y dijo que “…para adorno de esta ciudad, beneficio y diversión de su público, se han plantado, en la salida de ella hacia San Antón y diferentes caminos de Murcia y Lorca diferentes calles de álamos, cuyo plantío se ha de continuar en las partes y sitios que convengan…”

Se plantaron, por tanto, en diferentes sitios y hubo, no una, sino varias alamedas, aunque la más importante era la que iba de la ciudad a San Antón. Sabemos que en el año 1785 contaba con 271 álamos blancos y 71 negros. Pero luego estaban los que iban en la alameda desde San Antón a Fuente Cubas con 171 álamos y la alameda de este barrio hasta Los Dolores con 251. Entre estos y otros lugares, en total hubo 852 álamos. Y quedó satisfecha mi curiosidad de porqué se llamaba Alameda una calle que (ahora) no tiene álamos. Ahora veremos porqué, ya que la historia está apenas empezando.

Además de orden estos plantíos, el Sr. Arschot se encargó de protegerlos con mano dura: “…y deseando su mayor protección se castigará con 6 años de galeras (¡ni Charlton Heston en Ben Hur estuvo tanto tiempo!) a los que maliciosamente sean osados de cortar, arrancar o en otra forma herir o dañar a dichos árboles…”. A este hombre me gustaría tenerlo ahora vigilando a los que arrancan olivos para poner placas solares. Eso sí es proteger a la naturaleza y no los Pactos Verdes del Parlamento Europeo.

En 1810 lo árboles se talaron, quizás por primera vez, no estoy seguro, pero sí sabemos que fue por culpa de los gabachos. Los árboles, aquellos y todos, tienen un sinfín de ventajas, pero también algún inconveniente y es que, si estás en guerra y se acerca el enemigo, no lo ves. Era la guerra de la Independencia y ante la amenaza francesa, hubo que despejar el panorama para ver con tiempo si la ciudad estaba en peligro.

Lo chocante, iba a decir lo gracioso, pero las guerras no tienen gracia; lo chocante es que los franceses ni tocaron Cartagena. Querían hacerlo, claro, y dirigidos por el general Soult (o mariscal, que no me sé muy bien los galones gabachos) venían dispuestos a hacer lo que habían hecho en otras partes: destruir, violar, pillaje, robar… Y era el 23 de mayo de 1812 cuando los franchutes aparecieron. Pero no contaban con los artilleros del Atalaya que les enviaron unos cuantos pepinazos bien dirigidos.

Los franceses dijeron algo así como “¡Mon dieu, estos pepinés que da el campo de Cartagena, son muy grossos… demasié. Preferimos los de la huerta murciana. Vamos pallá”. Y se dieron la vuelta y se fueron a Murcia, donde sí hicieron de las suyas. Esto es una versión mía muy libre, porque no hay documentos con las conversaciones entre Soult y sus esbirros. El caso es que tras la batalla de Álava en 1813 la guerra terminó y nos habíamos quedado sin verle el morro a los franceses y sin árboles.

Los árboles se replantaron en 1814 pero… en 1823 hubo que volver a talarlos. ¿Por qué? Otra vez los franceses de por medio. ¡Hijos de…! Sí, los Cien Mil Hijos de San Luis, volvieron a invadir la península, para quitar el gobierno constitucional y poner en el trono a otro “Hijo De”, sí Fernando VII, el rey felón. Seguramente el peor rey de la historia de España, y mira que tenemos donde elegir. Ya teníamos al absolutismo reinando de nuevo. Pero me desvío de la Alameda.

Ya tenemos de nuevo árboles. ¿Creen que durarían mucho? Efectivamente:  NO. En 1844 hubo unos levantamientos liberales y progresistas en algunas ciudades contra el gobierno absolutista de Isabel II (Isabelona), hija del rey felón. Cartagena y Alicante, entre otras, estaban en esos focos liberales rebeldes. Entonces enviaron al general Roncali (Federico Roncali y Ceruti, primer Conde de Alcoy) que era Capitán General de Valencia (creo) a tirarnos de las orejas a los alicantinos y cartageneros. ¿Y que hicimos? Efectivamente, talar los árboles de la Alameda para ver llegar a Roncali.

A Cartagena le fue bastante mal en aquella ocasión. La Marina, o la escuadra, como prefieran, se mantuvo fiel al gobierno reaccionario y bombardeó la ciudad desde los barcos. Aquello debilitó las defensas y las tropas de Roncali entraron la ciudad. Hubo una represión muy dura y se habla de hasta 200 fusilados en castigo por el levantamiento. O sea que tenemos una Alameda pelada, sin árboles, y mirando a una ciudad castigada y con víctimas.

Tras secarse las lágrimas, Cartagena plantó árboles de nuevo. Seguíamos teniendo álamos. Que también sufrirían el hacha. Ahora en 1873. ¿Y qué paso en ese año? Pues el famoso Cantón de Cartagena, aquella heroica y valiente locura. Una estupidez descomunal mitificada por los historiadores contemporáneos. Pero de eso escribiré otro día. De momento nos baste saber que, para ver bien a los ejércitos centralistas de la I República, talamos los árboles de Alameda. Sí, otra vez.

Esto terminó peor que lo de 1844. Media ciudad destruida, y muchos muertos, tanto por la defensa de la ciudad como por la explosión del polvorín el 7 de enero de 1874 que causó al menos 300 muertos, sobre todo civiles.

Cuando aquello pasó, se compraron en Novelda 1.550 álamos negros para repoblar lo talado. Se pusieron también bancos de hierro.

En 1875 se construyó una plaza de toros junto a la Alameda que no parece que tuviese mucho éxito. Como tampoco tuvo éxito en 1877 el intento de elevación de un globo en los terrenos aledaños de la Alameda.

En 1879 se inauguró el alumbrado a lo largo de toda la Alameda, aquello sí tuvo éxito. (Aunque se remodeló en 1891).

En 1897, con diseño del arquitecto Tomás Rico, queda como un paseo, con nuevos bancos, con mucho éxito de afluencia de público. Tenía además una zona reservada a los ciclistas para que no molestasen a los peatones. ¡Y nos creíamos que el carril-bici era cosa de modernos!

A finales del siglo XIX se empezaron a plantar muchos eucaliptos en lugar de álamos. No era por capricho o moda, sino porque el ensanche siempre ha tenido problemas de aguas y encharcamientos, lo que daba lugar a plagas de mosquitos, y las raíces de los eucaliptos tienen la propiedad de absorber mucha agua, por lo que se empleaban para ir desecando el terreno.

Todo el mundo en Cartagena (todo el mundo es un decir, ya lo sé) sabe que la calle Ramón y Cajal es también la Calle 18, porque ha conservado el número de cuando se planificó el Ensanche cartagenero y a cada calle se le asignó un número. Algunos, pero ya menos, saben que Ángel Bruna es la Calle 14. Pero ¿Cuántos saben que la Alameda es la Calle 20? ¿No lo sabía? A la cama no te irás…

Uno de los edificios con más historia es la “Fábrica de la Luz”, del que ya solo quedan los restos como símbolo porque sus terrenos los ocupan unos grandes almacenes famosos en toda España. La Fábrica de la Luz que, en realidad era la Fábrica de Electricidad Hispania, comenzó a construirse en 1900 y al año siguiente ya estaban terminadas sus dos chimeneas que, en aquel momento ostentaron el récord de ser las más altas de España; al menos una de ellas, con 54,5 metros de altura.

Fábrica de la Luz

Otro edificio emblemático y, para mí, entrañable, es el de la Cruz Roja (hoy ya no tiene ese nombre) porque nací allí. En una época en que todavía casi todo el mundo nacía en su casa, a mí me llevó mi madre a parirme al hospital de la Cruz Roja. No sé si era ella una adelantada de su tiempo o lo era yo.

Hospital de la Cruz Roja

Cuando se construyó eran las oficinas de una compañía de seguros, luego en 1921 pasó a ser hospital de sangre, donde se atendía a las víctimas de la guerra de África, o habría que decir, mejor, las guerras. En 1934, durante la II República se convirtió en dispensario de la Cruz Roja y fue hospital de esta institución hasta 2005. Pasó a ser del grupo hospitalario Perpetuo Socorro y en 2022 se reconvirtió en residencia de mayores.   

La Alameda ha visto correr por ella tranvías, bueno los ha visto pasar, porque correr lo que se dice correr, poco. Primero eran de tracción sangre, tirados por mulas, y luego por energía eléctrica. Por ella discurrían las líneas que unían la ciudad con San Antón, Los Dolores y Los Molinos, que era como se llamaba antes el Barrio de Peral. Había dos carriles, a derecha e izquierda, uno era para “subir” a los barrios y el otro para “bajar” a Cartagena.

Tranvías por la Alameda

Durante años, para mí, desafortunados, la Alameda se llamó de otro modo. En 1920 el Ayuntamiento le cambió el nombre como calle Fernando Garrido. Al final, en 1960, se impuso el sentido común, y le volvieron a cambiar el nombre llamándola como le decía todo el mundo: Alameda de San Antón.

Se me olvidaba, hablando de hospitales, que también estuvo allí el Hospital-Clínica “18 de Julio” fundado en 1940 por la obra social de Falange Española. Aquel edificio pasó luego a manos de CC.OO. Ñam.

Y como una cosa lleva a la otra, cosas de fachas, acabo de acordarme de la Cruz de los Caídos que había en la confluencia de la Alameda con la Plaza de España. Fue demolida en 1993, mucho antes de que se pusiera en marcha la Ley de Memoria Histérica.

Cruz de los Caídos

La Alameda ha visto incluso el I Concurso Hípico Nacional que se celebró en 1945 en un “hipódromo” construido junto a la Fábrica de la Luz: el Campo La Luz. Dicen que se construyó más rápido que hacen los chinos un hospital contra el covid, en el que al parecer emplearon sólo 10 días. Concretamente el Hospital Huoshenshan de Wuhan. Bueno, pues el Campo La Luz, según la prensa de entonces, surgió como “por arte de magia”. La Alameda es mucha Alameda.

Campo La Luz

Hablando de eucaliptos antes, me olvidaba de la última tala sufrida. Septiembre de 1989. Como estaban ya los árboles muy envejecidos y en malas condiciones, el Ayuntamiento que era gobernado por el Partido Cantonal decidió cortarlos para renovarlos y plantar otros árboles. La oposición aprovechó la ocasión para montar alguna algarada con la ayuda de los ecolojetas. No hay nada como tener una ONG subvencionada o ansiosa de subvenciones, para que te apoye en tus gestiones de gobierno u oposición. Se montó un buen follón con gente encadenada a los árboles y todo, en plan americano. Como no se pudieron talar todos, se dejó aquello dormir y el gobierno cantonal, los muy zorros, de noche, con nocturnidad y alevosía, en enero o febrero de 1990 ¡zas! se cargaron todos los que quedaban.

Tala de ecucaliptos – Septiembre 1989

Luego se construyó un hermoso paseo con diferentes plantas que todo el mundo (salvo los fanáticos) reconocen que mejoró mucho la Alameda, pero el follón y la labor de desgaste había que hacerla y se hizo por la oposición y sus muchachos.

Voy a ir terminando porque me voy a ver un partido de fútbol del Efesé contra el Real Murcia. Pero no puedo cerrar este… iba a decir artículo, pero no tiene esa categoría. Digamos que no puedo cerrar esta cosa que he escrito, sin hablar de la fuente central de la Alameda.

El 16 de mayo de 1945 llegó, por fin, el agua a Cartagena, gracias en gran medida a las gestiones del Almirante Bastarreche. El agua tan esperada del río Taibilla a donde llegó ese día fue a los depósitos de Tentegorra. Y tres días después, el 19 de mayo, para celebrar algo tan importante para una ciudad que siempre ha padecido de sed, se inauguró una fuente alargada, con luces, y aquello fue amenizado con una verbena popular.

La fuente de la Alameda, funcionando.

Podría contaros más cosas pero el fútbol entre aladroques y barrigaverdes no espera.

Cuando paséis por la Alameda u os toméis un café en una de sus terrazas, no penséis que estáis en una calle más. Recordad su historia y sabed que estáis en MI Alameda.

Que no, que es broma, que también es vuestra. Un abrazo.

La Alameda de San Antón de Cartagena, sin álamos

La Alameda de San Antón es una de las más importantes vías urbanas de Cartagena, y no porque yo naciera allí, lo cual tiene aún más mérito 🙂 Es de las más importantes y también de las más luminosas ya que, debido a su orientación de sur a norte, el sol la habita desde el alba hasta el ocaso, cuando pone en su hermoso paseo central su momento más intimista. Ya sé que esto queda un poco cursi, pero es que la Alameda me puede.

Antigua vista de la Alameda desde la Plaza de España
Antigua vista de la Alameda desde la Plaza de España

Este bulevar tiene exactamente un kilómetro de longitud, extremo que pude comprobar viendo el mojón indicador de carreteras a su inicio en la Plaza de España y otro semejante donde muere la Alameda y se inicia el barrio castillo de su mismo nombre.

Comienzo de la Alameda, con la cruz de los caídos. Época franquista, claro.
Comienzo de la Alameda, con la cruz de los caídos. Época franquista, claro.
El mismo lugar en 2005.
El mismo lugar en 2005.

La existencia de esta calle es antiquísima. El cronista Isidoro Martínez Rizo decía en su libro titulado “Fechas y fechos de Cartagena” que “…el día 15 de enero de 1591 nuestro Concejo ordenó plantar árboles de la familia de los álamos, desde las puertas de la ciudad hasta la fuente que existe a la orilla del camino de Murcia”. Eso explica su título de Alameda aunque los árboles que hay ahora sean otros.

En este despoblado ensanche de Cartagena de 1930 se puede ver la alameda a la derecha.
En este despoblado ensanche de Cartagena de 1930 se puede distinguir la alameda a la derecha.

En la Alameda siempre han existido árboles, a pesar de que sus troncos han sido talados infinidad de veces. Por ejemplo, el 7 de febrero de 1814 hubo que repoblar de árboles el paseo porque los otros ya estaban muy viejos. Estos nuevos fueron también talados en el año 1823 porque estorbaban para la defensa de la ciudad, que estaba sitiada por los franceses.

Hubo una nueva plantación, y otra vez se talaron en el año 1.844. Se volvió a repoblar el paseo y en el año 1873, cuando la sublevación cantonal volvieron a ser eliminados. Como digo en otra entrada, al parecer, siempre sobran árboles.

A finales del siglo XIX se plantaron muchos eucaliptos para que eliminaran la humedad del suelo y ahuyentaran a los mosquitos de la zona pero, habiendo envejecido los árboles y presentando un feo aspecto, a fines de 1989, la Corporación gobernante que era del Partido Cantonal, ordenó su tala. Ocasión que aprovechó la oposición para organizar una algarada callejera.

Eucaliptos talados
Eucaliptos talados

Pero una vez talada la mitad de la Alameda, se creó allí un hermoso paseo que aún perdura, por suerte. Los árboles restantes fueron talados con mucho sigilo y nocturnidad la madrugada del 22 de Enero de 1990, para evitar nuevos desórdenes.

La Alameda, con los "cadáveres" de los eucaliptos ya retirados.
La Alameda, con los «cadáveres» de los eucaliptos ya retirados.

En este paseo estuvo casi un siglo el Hospital de la Cruz Roja y en sus bajos tuvieron su acuartelamiento las Tropas de la Cruz Roja, antes de trasladar su sede a la calle San Diego y luego a la calle de Gisbert.

Antiguo hospital de la Cruz Roja
Antiguo hospital de la Cruz Roja

También en esta Alameda estuvo el hospital-clínica “18 de Julio”, fundado en 1940, y cuyos locales fueron cedidos posteriormente al sindicato CCOO, cuya sede fue inaugurada el 23 de Febrero de 1985, con la presencia del líder Marcelino Camacho.

Cuando corrían por las calles de Cartagena los tranvías eléctricos, que en sus orígenes eran arrastrados por parejas de mulas, en la Alameda podían verse dos líneas de carriles, una a la derecha, para “subir” hasta San Antón y otra a mano izquierda para “bajar a Cartagena”.

Los tranvías por la Alameda
Los tranvías por la Alameda

Y allá arriba, lindando con la entrada al barrio, el día 17 de agosto de 1901 se inauguró la Escuela Superior de Industria de Cartagena (la Escuela de Peritos) que en el año 1965 pasó al Paseo de Alfonso XIII. Esta escuela fue un gran logro para Cartagena, en su día, cuando gobernaba en Madrid la reina María Cristina de Habsburgo, madre de Alfonso XIII, que nos es que nos quería gobernar, sino que nos gobernaba aunque no le siguiéramos la corriente. Aunque, en realidad, la cancioncita se refería a otra María Cristina.

Luego pasó a ser la Escuela de Ingenieros Técnicos de Minas donde, un servidor, tuvo su primer trabajo remunerado. Y es que solo nací al mundo en general en la Alameda, es que también nací al mundo laboral.

Escuela de Peritos de Minas
Escuela de Peritos de Minas

También al final de la Alameda de San Antón se encuentra la más importante Estación de Distribución Eléctrica de Cartagena, perteneciente a Hidroeléctrica (luego Iberdrola) y, aunque en sus orígenes se denominó oficialmente Unión Eléctrica de Cartagena, siempre la hemos llamado “la Fábrica de la Luz”.

La "fábrica de la luz"
La «fábrica de la luz»

En la Alameda hay una fuente. Mejor sería decir una hermosa fuente. Resulta que el día 16 del mes de mayo de 1945 llegó por fin a los depósitos de Tentegorra la tan esperada agua del río Taibilla. Tres días después, para conmemorar tan venturoso evento, en el centro del paseo se inauguró una fuente luminosa de forma alargada. Aquello ocurrió el día 19 de mayo de 1945 y la fuente se puso en marcha y se encendieron luces indirectas en medio de una brillante verbena popular que ya casi nadie recuerda porque los cartageneros que la vivieron han ido desapareciendo casi todos.

La fuente de la Alameda, recibiendo los últimos retoques de su instalación.
La fuente de la Alameda, recibiendo los últimos retoques de su instalación.
La fuente central de la Alameda en tiempos actuales.
La fuente central de la Alameda en tiempos actuales.

A ambos lados de la Alameda de San Antón existe un variado comercio que intenta sobrevivir a esta estafa a la que llaman crisis. Pese a todo, hay cafeterías, edificios suntuosos y es un lugar agradable para pasear y encontrarse con los amigos que disfrutan en el ameno marco del paseo central.

Voy a terminar porque me estoy poniendo melancólico.

El escudo de la ciudad, al final de la Alameda, que era la entrada a la ciudad, desde Murcia, antiguamente.
El escudo de la ciudad, al final de la Alameda, que era la entrada a la ciudad, desde Murcia, antiguamente.