¡Ay, mi Alameda!

¿Por qué la Alameda es mi calle favorita de Cartagena? ¿Porque nací allí? ¿Porque mi primer trabajo fue allí? Podría ser, porque egocéntrico soy un poquico, o un muchico, depende de cómo me levante. Pero no es sólo por eso. Hay más.

La Alameda de San Antón, además de ser bonita, al menos a mis ojos, y de tener mucha historia a lo largo de un kilómetro, porque eso es lo que mide, representa la capacidad de renacer una y otra vez tras ser arrasada. Porque mira que lleva destrucciones, la pobre.

Dije que mide un kilómetro, y no es que me haya entretenido ni en medirla con una cinta métrica ni, lo que es más común, tampoco lo haya hecho con el cuentakilómetros del coche, no. Lo sé porque hay, o había, un mojón de carretera, en la Plaza de España, que es donde nace la Alameda, y había otro al llegar a la entrada del Barrio de San Antón, que le da nombre a la calle y que también es donde termina esta.

Alameda y Plaza de España – Años 60

De mojón a mojón y mido porque me toca: un kilómetro; lo dicho.

También me gusta la Alameda porque es ancha, como Castilla; y es recta, como los raíles de los trenes que tuvo Cartagena desde 1865 hasta 2022. Su orientación norte-sur y las características citadas anteriormente, anchura y rectitud, la hacen muy luminosa, ya que el sol corre por ella prácticamente desde su salida hasta su ocaso.

Puertas de Madrid – 1902

De jovencito ya me preguntaba yo ¿y por qué la llaman alameda si no hay álamos? Ah, pero los hubo. Dije anteriormente que tiene mucha historia “mi” Alameda. En enero de 1591, el 15 de enero para ser más precisos, según cuenta el cronista Isidoro Martínez Rizo “nuestro Concejo ordenó plantar árboles de la familia de los álamos desde las puertas de la ciudad hasta la fuente que existe a la orilla del camino de Murcia”.

La orden del Concejo, que era como llamaban entonces al Ayuntamiento, era más larga y compleja, aquí la he abreviado para evitar enrollarme más de lo habitual.

En aquellos tiempos toda esa zona era huerta y, a través de ella discurría un camino que iba a Murcia y, andando, andando, a Madrid. Aquel camino arrancaba en los que hoy es aproximadamente la Plaza de España, saliendo de las murallas, por las puertas que se llamaron, precisamente, Puerta de Madrid y luego Puerta de Murcia.

Y el plantar álamos y olmos es porque eran las maderas preferidas en la construcción naval, y aquí se elaboraban las galeras y demás embarcaciones de Su Majestad. Porque recuerden sus señorías que, en épocas de absolutismo, todo era propiedad del rey, y la gente no eran ciudadanos, sino súbditos. Vamos camino de eso otra vez, aunque sin reyes; en lugar de eso son los CEO’s de empresas los dueños del cotarro, con la ayuda de sus sicarios: los partidos y las ONG’s.  Pero me estoy desviando, como siempre.

También he dicho, creo, que ha tenido muchas destrucciones mi pobre Alameda. Entiéndase por talas generalizadas y nuevas plantaciones de árboles. Porque los árboles siempre hay alguien a quien estorban por cualquier motivo. Siempre había pensado que era porque los ramajes, si eran muy bajos y tupidos, estorbaban a la cornamenta de algunos, que se les enredaban al pasar y ordenaban cortarlos, pero, al parecer, hubo también otras razones.

En 1724 hubo un señor que era, además de gobernador político y militar de Cartagena, Comandante General del Reino de Murcia. ¿Se imaginan, en la actualidad, que el gobernador de Cartagena sea el mandamás de la región de Murcia? No ¿verdad? Yo tampoco, no tengo imaginación para tanto. El caso es que aquel señor, conde Arschot de la Riviere, imagino (repito, imagino) de origen belga, cuando Flandes era español, ya que hay una región en Bélgica con ese nombre. Bien el conde Arschot de la Riviere, según se sabe, era un tipo muy enérgico y, al parecer, los tenía cuadrados. Además era una época muy convulsa en España (¿cuándo no?) había subido al trono Luis I, hijo de Felipe V, el primer Borbón. Pero el pobre zagal duró muy poco porque la palmó, reinó solamente de enero a agosto, y volvió a ocupar el trono su padre, por necesidad. Su padre, Felipe V, que ya estaba jubilado y estaba más zumbado que las maracas de Machín. Pero vuelvo a desviarme; en cuanto cojo la historia, me desquicio.

Decía yo, que el tal Arschot era muy enérgico y además el reino estaba gobernado con manos poco firmes, así que la firmeza la ponía él. Y dijo que “…para adorno de esta ciudad, beneficio y diversión de su público, se han plantado, en la salida de ella hacia San Antón y diferentes caminos de Murcia y Lorca diferentes calles de álamos, cuyo plantío se ha de continuar en las partes y sitios que convengan…”

Se plantaron, por tanto, en diferentes sitios y hubo, no una, sino varias alamedas, aunque la más importante era la que iba de la ciudad a San Antón. Sabemos que en el año 1785 contaba con 271 álamos blancos y 71 negros. Pero luego estaban los que iban en la alameda desde San Antón a Fuente Cubas con 171 álamos y la alameda de este barrio hasta Los Dolores con 251. Entre estos y otros lugares, en total hubo 852 álamos. Y quedó satisfecha mi curiosidad de porqué se llamaba Alameda una calle que (ahora) no tiene álamos. Ahora veremos porqué, ya que la historia está apenas empezando.

Además de orden estos plantíos, el Sr. Arschot se encargó de protegerlos con mano dura: “…y deseando su mayor protección se castigará con 6 años de galeras (¡ni Charlton Heston en Ben Hur estuvo tanto tiempo!) a los que maliciosamente sean osados de cortar, arrancar o en otra forma herir o dañar a dichos árboles…”. A este hombre me gustaría tenerlo ahora vigilando a los que arrancan olivos para poner placas solares. Eso sí es proteger a la naturaleza y no los Pactos Verdes del Parlamento Europeo.

En 1810 lo árboles se talaron, quizás por primera vez, no estoy seguro, pero sí sabemos que fue por culpa de los gabachos. Los árboles, aquellos y todos, tienen un sinfín de ventajas, pero también algún inconveniente y es que, si estás en guerra y se acerca el enemigo, no lo ves. Era la guerra de la Independencia y ante la amenaza francesa, hubo que despejar el panorama para ver con tiempo si la ciudad estaba en peligro.

Lo chocante, iba a decir lo gracioso, pero las guerras no tienen gracia; lo chocante es que los franceses ni tocaron Cartagena. Querían hacerlo, claro, y dirigidos por el general Soult (o mariscal, que no me sé muy bien los galones gabachos) venían dispuestos a hacer lo que habían hecho en otras partes: destruir, violar, pillaje, robar… Y era el 23 de mayo de 1812 cuando los franchutes aparecieron. Pero no contaban con los artilleros del Atalaya que les enviaron unos cuantos pepinazos bien dirigidos.

Los franceses dijeron algo así como “¡Mon dieu, estos pepinés que da el campo de Cartagena, son muy grossos… demasié. Preferimos los de la huerta murciana. Vamos pallá”. Y se dieron la vuelta y se fueron a Murcia, donde sí hicieron de las suyas. Esto es una versión mía muy libre, porque no hay documentos con las conversaciones entre Soult y sus esbirros. El caso es que tras la batalla de Álava en 1813 la guerra terminó y nos habíamos quedado sin verle el morro a los franceses y sin árboles.

Los árboles se replantaron en 1814 pero… en 1823 hubo que volver a talarlos. ¿Por qué? Otra vez los franceses de por medio. ¡Hijos de…! Sí, los Cien Mil Hijos de San Luis, volvieron a invadir la península, para quitar el gobierno constitucional y poner en el trono a otro “Hijo De”, sí Fernando VII, el rey felón. Seguramente el peor rey de la historia de España, y mira que tenemos donde elegir. Ya teníamos al absolutismo reinando de nuevo. Pero me desvío de la Alameda.

Ya tenemos de nuevo árboles. ¿Creen que durarían mucho? Efectivamente:  NO. En 1844 hubo unos levantamientos liberales y progresistas en algunas ciudades contra el gobierno absolutista de Isabel II (Isabelona), hija del rey felón. Cartagena y Alicante, entre otras, estaban en esos focos liberales rebeldes. Entonces enviaron al general Roncali (Federico Roncali y Ceruti, primer Conde de Alcoy) que era Capitán General de Valencia (creo) a tirarnos de las orejas a los alicantinos y cartageneros. ¿Y que hicimos? Efectivamente, talar los árboles de la Alameda para ver llegar a Roncali.

A Cartagena le fue bastante mal en aquella ocasión. La Marina, o la escuadra, como prefieran, se mantuvo fiel al gobierno reaccionario y bombardeó la ciudad desde los barcos. Aquello debilitó las defensas y las tropas de Roncali entraron la ciudad. Hubo una represión muy dura y se habla de hasta 200 fusilados en castigo por el levantamiento. O sea que tenemos una Alameda pelada, sin árboles, y mirando a una ciudad castigada y con víctimas.

Tras secarse las lágrimas, Cartagena plantó árboles de nuevo. Seguíamos teniendo álamos. Que también sufrirían el hacha. Ahora en 1873. ¿Y qué paso en ese año? Pues el famoso Cantón de Cartagena, aquella heroica y valiente locura. Una estupidez descomunal mitificada por los historiadores contemporáneos. Pero de eso escribiré otro día. De momento nos baste saber que, para ver bien a los ejércitos centralistas de la I República, talamos los árboles de Alameda. Sí, otra vez.

Esto terminó peor que lo de 1844. Media ciudad destruida, y muchos muertos, tanto por la defensa de la ciudad como por la explosión del polvorín el 7 de enero de 1874 que causó al menos 300 muertos, sobre todo civiles.

Cuando aquello pasó, se compraron en Novelda 1.550 álamos negros para repoblar lo talado. Se pusieron también bancos de hierro.

En 1875 se construyó una plaza de toros junto a la Alameda que no parece que tuviese mucho éxito. Como tampoco tuvo éxito en 1877 el intento de elevación de un globo en los terrenos aledaños de la Alameda.

En 1879 se inauguró el alumbrado a lo largo de toda la Alameda, aquello sí tuvo éxito. (Aunque se remodeló en 1891).

En 1897, con diseño del arquitecto Tomás Rico, queda como un paseo, con nuevos bancos, con mucho éxito de afluencia de público. Tenía además una zona reservada a los ciclistas para que no molestasen a los peatones. ¡Y nos creíamos que el carril-bici era cosa de modernos!

A finales del siglo XIX se empezaron a plantar muchos eucaliptos en lugar de álamos. No era por capricho o moda, sino porque el ensanche siempre ha tenido problemas de aguas y encharcamientos, lo que daba lugar a plagas de mosquitos, y las raíces de los eucaliptos tienen la propiedad de absorber mucha agua, por lo que se empleaban para ir desecando el terreno.

Todo el mundo en Cartagena (todo el mundo es un decir, ya lo sé) sabe que la calle Ramón y Cajal es también la Calle 18, porque ha conservado el número de cuando se planificó el Ensanche cartagenero y a cada calle se le asignó un número. Algunos, pero ya menos, saben que Ángel Bruna es la Calle 14. Pero ¿Cuántos saben que la Alameda es la Calle 20? ¿No lo sabía? A la cama no te irás…

Uno de los edificios con más historia es la “Fábrica de la Luz”, del que ya solo quedan los restos como símbolo porque sus terrenos los ocupan unos grandes almacenes famosos en toda España. La Fábrica de la Luz que, en realidad era la Fábrica de Electricidad Hispania, comenzó a construirse en 1900 y al año siguiente ya estaban terminadas sus dos chimeneas que, en aquel momento ostentaron el récord de ser las más altas de España; al menos una de ellas, con 54,5 metros de altura.

Fábrica de la Luz

Otro edificio emblemático y, para mí, entrañable, es el de la Cruz Roja (hoy ya no tiene ese nombre) porque nací allí. En una época en que todavía casi todo el mundo nacía en su casa, a mí me llevó mi madre a parirme al hospital de la Cruz Roja. No sé si era ella una adelantada de su tiempo o lo era yo.

Hospital de la Cruz Roja

Cuando se construyó eran las oficinas de una compañía de seguros, luego en 1921 pasó a ser hospital de sangre, donde se atendía a las víctimas de la guerra de África, o habría que decir, mejor, las guerras. En 1934, durante la II República se convirtió en dispensario de la Cruz Roja y fue hospital de esta institución hasta 2005. Pasó a ser del grupo hospitalario Perpetuo Socorro y en 2022 se reconvirtió en residencia de mayores.   

La Alameda ha visto correr por ella tranvías, bueno los ha visto pasar, porque correr lo que se dice correr, poco. Primero eran de tracción sangre, tirados por mulas, y luego por energía eléctrica. Por ella discurrían las líneas que unían la ciudad con San Antón, Los Dolores y Los Molinos, que era como se llamaba antes el Barrio de Peral. Había dos carriles, a derecha e izquierda, uno era para “subir” a los barrios y el otro para “bajar” a Cartagena.

Tranvías por la Alameda

Durante años, para mí, desafortunados, la Alameda se llamó de otro modo. En 1920 el Ayuntamiento le cambió el nombre como calle Fernando Garrido. Al final, en 1960, se impuso el sentido común, y le volvieron a cambiar el nombre llamándola como le decía todo el mundo: Alameda de San Antón.

Se me olvidaba, hablando de hospitales, que también estuvo allí el Hospital-Clínica “18 de Julio” fundado en 1940 por la obra social de Falange Española. Aquel edificio pasó luego a manos de CC.OO. Ñam.

Y como una cosa lleva a la otra, cosas de fachas, acabo de acordarme de la Cruz de los Caídos que había en la confluencia de la Alameda con la Plaza de España. Fue demolida en 1993, mucho antes de que se pusiera en marcha la Ley de Memoria Histérica.

Cruz de los Caídos

La Alameda ha visto incluso el I Concurso Hípico Nacional que se celebró en 1945 en un “hipódromo” construido junto a la Fábrica de la Luz: el Campo La Luz. Dicen que se construyó más rápido que hacen los chinos un hospital contra el covid, en el que al parecer emplearon sólo 10 días. Concretamente el Hospital Huoshenshan de Wuhan. Bueno, pues el Campo La Luz, según la prensa de entonces, surgió como “por arte de magia”. La Alameda es mucha Alameda.

Campo La Luz

Hablando de eucaliptos antes, me olvidaba de la última tala sufrida. Septiembre de 1989. Como estaban ya los árboles muy envejecidos y en malas condiciones, el Ayuntamiento que era gobernado por el Partido Cantonal decidió cortarlos para renovarlos y plantar otros árboles. La oposición aprovechó la ocasión para montar alguna algarada con la ayuda de los ecolojetas. No hay nada como tener una ONG subvencionada o ansiosa de subvenciones, para que te apoye en tus gestiones de gobierno u oposición. Se montó un buen follón con gente encadenada a los árboles y todo, en plan americano. Como no se pudieron talar todos, se dejó aquello dormir y el gobierno cantonal, los muy zorros, de noche, con nocturnidad y alevosía, en enero o febrero de 1990 ¡zas! se cargaron todos los que quedaban.

Tala de ecucaliptos – Septiembre 1989

Luego se construyó un hermoso paseo con diferentes plantas que todo el mundo (salvo los fanáticos) reconocen que mejoró mucho la Alameda, pero el follón y la labor de desgaste había que hacerla y se hizo por la oposición y sus muchachos.

Voy a ir terminando porque me voy a ver un partido de fútbol del Efesé contra el Real Murcia. Pero no puedo cerrar este… iba a decir artículo, pero no tiene esa categoría. Digamos que no puedo cerrar esta cosa que he escrito, sin hablar de la fuente central de la Alameda.

El 16 de mayo de 1945 llegó, por fin, el agua a Cartagena, gracias en gran medida a las gestiones del Almirante Bastarreche. El agua tan esperada del río Taibilla a donde llegó ese día fue a los depósitos de Tentegorra. Y tres días después, el 19 de mayo, para celebrar algo tan importante para una ciudad que siempre ha padecido de sed, se inauguró una fuente alargada, con luces, y aquello fue amenizado con una verbena popular.

La fuente de la Alameda, funcionando.

Podría contaros más cosas pero el fútbol entre aladroques y barrigaverdes no espera.

Cuando paséis por la Alameda u os toméis un café en una de sus terrazas, no penséis que estáis en una calle más. Recordad su historia y sabed que estáis en MI Alameda.

Que no, que es broma, que también es vuestra. Un abrazo.

Imitando a los maestros tras las elecciones municipales

A la hora de dibujar, siempre me gustó imitar a los maestros. Al menos, a los que yo consideraba maestros.

Cuando se celebraron las elecciones municipales, el 26 de mayo de 2019, ganó en Cartagena mi candidato favorito: Pepe López. O Superlópez, como le llamamos algunos paisanos. Aquello me dio la oportunidad de imitar a Jan y recrear a su famoso superhéroe.

No es un pájaro, no es un avión, es Superlópez.
Superlópez, volando sobre la cúpula del Ayuntamiento.

Pero la victoria no fue por mayoría absoluta y se precisaba pactar; sin embargo, en el resto de partidos no estaban por la labor.

Recordando a Perich
Noticias del 5º Canal

Aquello me dio la oportunidad de imitar a mi admirado Perich y sus «noticias del 5º Canal».

López no lo tenía fácil al no haber ningún medio de comunicación afín a su postura. Todos estaban «copados».  Aquello lo reflejé otro día imitando el estilo de Forges.

Los blasillos comentando la actualidad cartagenera.
The Truth y su tradicional enemistad hacia López

Hubo un momento en que la candidata popular parecía estar a punto de conseguir el bastón de mando. Aquello lo dibujé con el estilo sencillo y naif de Gila, el gran Miguel Gila.

Finalmente se fraguó, a nivel local, un gobierno Frankenstein, formado por socialistas, populares y ciudadanos. Todos recordamos el «pacto de la servilleta» que permitió formar gobierno en las elecciones anteriores a Movimiento Ciudadano y PSOE y que había llevado a gobernar dos años cada uno, alternándose.

Ahora era algo parecido pero todos contra López, los enemigos tradicionales se unían para evitar que el candidato más votado gobernara. Para aquella ocasión, recurrí a imitar el estilo del, quizás, más grande de todos: Antonio Mingote.

Finalmente, el pacto del papel higiénico se llevó a cabo y el PSOE formó otro gobierno Frankenstein con PP y Ciudadanos.

Nota de Agosto 2019

Tan anti natura fue aquel pacto, que el PSOE terminó expulsando tanto a la alcaldesa como a los concejales que lo perpetraron.

Cartagena antigua, algunas foticos

Unas cuantas imágenes de la Cartagena antigua que andaban sueltas por ahí, o sea, por internet.

Calles Sagasta y Carmen
El famoso Bar Americano
Típico molino harinero del Campo de Cartagena
Una manifestación laboral de 1901
Teléfonos – Ni había móviles ni competencia entre operadores.
El desaparecido Cine Central y, anteriormente, llamado Sport.
Salida trabajadores de la SECN – Después Bazán – Hoy Navantia
Arsenal – Puerta de entrada y Calle Real
Actual Ayuntamiento en construcción – Comienzos siglo XX
Estación ferrocarril – alrededor de 1907
Cartagena ciudad, desde el Castillo de la Concepción.

Un pulso al Palacio Consitorial

Me gusta el Palacio Consistorial de mi ciudad, Cartagena, y me gusta la Navidad.

Me gusta el color de la luz en esas fechas, y las sombras inclinadas que se producen, cuando el sol se eleva menos sobre el horizonte que en el resto del año.

Podría saber que estamos en Navidad solo con observar la luz. Bueno, pues eso, que me fui a fotografiar, una vez más, el edificio de nuestro viejo Ayuntamiento, que acababa de cumplir 110 años. Pero hay más.

No tenía claro si todavía conservaría yo buen pulso para hacer fotos sin trípode.

Me fijé en el escudo nacional que hay bajo la cúpula del edificio de la Mancomunidad de los Canales del Taibilla (para quien lea esto y no sea de Cartagena, el que hay a la derecha, al fondo, tras las banderas y las farolas, y me dije que podía intentar fotografiarlo con el zoom desde el mismo punto donde estaba tomando al Ayuntamiento.

Apunté y lo hice; aquí está. Y sí, pese a los años, todavía conservo un pulso aceptable.

Juego de Tronos: Pepe López Targaryen

Esta historia, cuyo parecido con una serie de televisión no es pura coincidencia, sino que es a cosica hecha (o a casico hecho) se desarrolla en un mundo medio ficticio de carácter medieval donde hay varios reinos. También aquí hay varias líneas argumentales: la guerra política por el control de Levante (una provincia perdida años atrás) entre varias familias nobles (o innobles) que aspiran al Trono de Crespillo, mucho más apetecible que el de Hierro, mirusté.

El trono de crespillo

Por otra parte, la creciente amenaza de los Caminantes Azules, seres que viven al otro lado de un muro (La Cadena) que protege a Levante de las Tierras Salvajes, pero la protección es deficiente y cada vez pierden más riquezas.

Está además el viaje político de Pepe López Targaryen, descendiente ideológico lejano del rey Antonete Targaryen, derrotado en una antigua guerra. Pepe alza la voz para reclamar derechos perdidos, y consigue el trono de uno de los Reinos; el de Las Tierras de la Doble Corona Mural, con capital en Desembarco del Alcalde, aunque ese trono es gracias a la alianza con otra casa, los Lannister, cuyo lema es que No Pagan Ni Quemaos.

Tras un largo invierno de dos años, el temible verano llega a los Siete Reinos. Estando Pepe de vacaciones en Estivalia, aprovecha Ana Belén Lannister para destronarlo, lo que pone muy contentos a los Caminantes Azules y otras casas no reinantes, que se la tienen jurada al Targaryen.

Ahora, al finalizar esta temporada, Septiembre 2017, Pepe ha perdido el poder, pero no está derrotado. Además de una legión de incondicionales conocidos como Caviters que van creciendo día a día, tiene otra arma poderosa. Ha conseguido despertar al dragón que sólo estaba dormido aunque algunos querían creer muerto: el sentimiento de los Siete Reinos Unidos: la Provincia.

¿Qué nos deparará la próxima temporada, en Mayo de 2019? Además de una maraña de emboscadas, pactos, intrigas y nuevas traiciones (además de las tradicionales salidas de patas de banco del Targaryen, claro) veremos un duelo apasionantes por recuperar el trono de Desembarco del Alcalde e incluso, quizás, dar los primeros pasos para la unión de los Siete Reinos: la provincia de Levante.

¿Dónde se meterán los que ahora lo han traicionado, cuando él diga “Dracarys”?

Por otra parte, la creciente amenaza de los Caminantes Azules, seres que viven al otro lado de un muro (La Cadena) que protege a Levante de las Tierras Salvajes, pero la protección es deficiente y cada vez pierden más riquezas.

Está además el viaje político de Pepe López Targaryen, descendiente ideológico lejano del rey Antonete Targaryen, derrotado en una antigua guerra. Pepe alza la voz para reclamar derechos perdidos, y consigue el trono de uno de los Reinos; el de Las Tierras de la Doble Corona Mural, con capital en Desembarco del Alcalde, aunque ese trono es gracias a la alianza con otra casa, los Lannister, cuyo lema es que No Pagan Ni Quemaos.

 

Tras un largo invierno de dos años, el temible verano llega a los Siete Reinos. Estando Pepe de vacaciones en Estivalia, aprovecha Ana Belén Lannister para destronarlo, lo que pone muy contentos a los Caminantes Azules y otras casas no reinantes, que se la tienen jurada al Targaryen.

Ahora, al finalizar esta temporada, Septiembre 2017, Pepe ha perdido el poder, pero no está derrotado. Además de una legión de incondicionales conocidos como Caviters que van creciendo día a día, tiene otra arma poderosa. Ha conseguido despertar al dragón que sólo estaba dormido aunque algunos querían creer muerto: el sentimiento de los Siete Reinos Unidos: la Provincia.

¿Qué nos deparará la próxima temporada, en Mayo de 2019? Además de una maraña de emboscadas, pactos, intrigas y nuevas traiciones (además de las tradicionales salidas de patas de banco del Targaryen, claro) veremos un duelo apasionantes por recuperar el trono de Desembarco del Alcalde e incluso, quizás, dar los primeros pasos para la unión de los Siete Reinos: la provincia de Levante.

¿Dónde se meterán los que ahora lo han traicionado, cuando él diga “Dracarys”?

Mierdas eternas

Somos guarros, así, en general, y desde el cariño. No hace falta encargar un estudio a ninguna universidad buena o mala para saberlo; es algo fácilmente comprobable a ojo de buen cubero, basta con salir a la calle y abrir los ojos. Y no estoy hablando de la higiene particular y casera de cada quien, que ni la sé ni me importa. Me refiero a la colectiva, al uso que hacemos de las vías y espacios públicas. Y por ser eso, públicas, normalmente no pensamos que son de todos, sino que son “mías”. Y como son mías, hago lo que quiero y me cago en ellas. Y si yo no, mi perro.

Hablo de las cacas de perro porque es ese el cao que me trae hoy aquí, pero puede ser de cualquier naturaleza la mierda y en cualquier ubicación el lugar. Podemos hablar de papeles, compresas y pañales usados, latas de refrescos vacías, pilas agotadas… lo que nos venga a la cabeza. Y el lugar son las calles, las playas, las plazas y parques, cines, bares… cualquier lugar por el que pasen los bárbaros. Y no los del norte, no. Los de los cuatro puntos cardinales, porque de ser guarros no se escape nadie. Así tenemos el planeta como lo tenemos.

Pero vuelvo a las cacas de perro. El Ayuntamiento de mi ciudad, Cartagena, ha lanzado una campaña para promover la limpieza o, mejor dicho, el no ensuciamiento, de las calles con las dichosas caquitas, que solo recogemos unos cuantos, porque me incluyo en los que sí lo hacemos porque es verdad, porque me gasto en bolsas una pasta ya que mis perros son unos muy cumplidores cagones, porque la falsa modestia es asquerosa, porque pese a mi artrosis doblo el esqueleto y recojo las porquerías, por un montón de razones y porque el blog es mío y lo escribo yo. Ea. Bueno, sigo, porque es que me indigno y se me va el oremus. El Ayuntamiento ha puesto unos carteles muy adecuados en que tienen una parte educativa y otra parte disuasoria-represiva-sancionadora recordando las multas por no recoger las heces, que van de 30 a 300 euros. Y 300 €, para los sueldecillos actuales, ya pueden suponer hasta el 90% del salario. Pero, no me parece mal porque, como decía al inicio, somo muy guarros.

Este es el cartel recordando los deberes cívicos

Pero quería escribir sobre esto no era para informar de las campañas urbanas municipales, que ya hay otros lugares dedicados a eso y lo hacen mejor que yo.  Imaginemos ahora que el cartel fuera este otro.

Versión alternativa

Así es como vi yo el cartel cuando me lo eché a la cara la primera vez. Es un montaje mío, evidentemente. Pero resultaría chocante ¿verdad? ¿Qué hace ese buen hombre con la bolsa de la caquita? ¿A dónde va? ¿De dónde viene? ¿Cuánto tiempo hace que la lleva? Y si me hago tantas preguntas es porque vivo en Tentegorra. Donde no hay NI UNA papelera.

Y si fuesen solo las papeleras lo que falta en mi barrio, me daría con un canto en los dientes. Pero faltan muchas cosas más. Por ejemplo: no hay aceras. Ya escribí sobre eso una vez, y seguimos igual. Y tampoco hay alumbrado suficiente, tan insuficiente como que hay calles totalmente a oscuras y los vecinos salimos a pasear con linterna. Esto no es broma. Para ver y para que nos vean los coches que pasan a nuestro lado (recuerden, sin aceras). Tampoco tenemos un triste buzón de correos. Cuando escribimos una carta, porque todavía hay quien escribe en papel, hay que ir al pueblo vecino, Canteras, a echarla. Pasa el servicio de recogida de basuras a diario, faltaría más, pero… ¿limpieza viaria? Jamás. En los veinte años que llevo viviendo en Tentegorra no los he visto ni una sola vez. Por eso, las basuras que tiran los guarros al suelo se quedan ahí hasta que se van degradando por efecto del sol y la lluvia. Hay algunas paradas de autobús que son simplemente un poste que así lo indica (vuelvo a recordar: sin aceras). Y como ahí se detienen más tiempo los guarros -y las personas limpias, claro- también se acumula la suciedad. En una parada de autobús se pueden encontrar bolsas de patatas, colillas, cajetillas de tabaco, pañales usados 🙁 , envases de yogur, latas de refrescos, y todo lo que quiera imaginar. Y todo eso no se retira jamás. Jamás. Simplemente se va degradando durante el invierno, cuando hay menos tránsito peatonal. Y cuando llega el verano y regresan los usuarios de las piscinas públicas se renueva el montón de residuos para degradar durante la temporada siguiente. No estoy exagerando lo más mínimo. Es fácil de comprobar yendo al sitio en persona.

Pues allí vivimos muchos vecinos que tenemos perros. Y los sacamos a pasear, claro. Y habemos de todo. Están los guarros, que son muchos, estamos los civilizados que somos menos, y están los intermedios, que son los que tienen buena voluntad pero flaquean. Imaginen la situación, van con su perrito, al que le llega el momento de evacuar, tienen su bolsita preparada, recogen el regalito y luego… miran a un lado y otro, desconcertados… ¿dónde tiro la bolsa, dios mío? Hay algunos que hacen, mejor dicho, hacemos, una especie de Camino de Santiago, para redimir nuestros pecados, llevando la bolsa con la ofrenda hasta el próximo contenedor que, si tienes suerte, puede caer cerca pero, si el animalito hace caca en el sitio inadecuado, puede ser que tengas que recorrer un kilómetro o más con el pastel. Pues bien, en ese grupo de intermedios están los que aceptan el castigo con resignación y están los que, cuando han recorrido unas decenas de metros, optan por depositar con mimo y esmero la bolsita de la caca entre las plantas y matojos más cercanas. Y en ese punto, me pregunto yo si no sería mejor dejar la caca al aire libre para que pueda degradarse y reciclarse que dejarla en una bolsa de plástico, porque así, esas mierdas serán ETERNAS. Y ya hay muchas.

Me parece bien que se multe a los guarros, pero también hay que dar los servicios correspondiente. Se nos indica, con razón, que cada derecho implica un deber. Y los gobernantes deberían recordar que cada impuesto conlleva unos servicios a cubrir. Allí en Tentegorra, donde no tenemos alumbrado, no tenemos aceras, no tenemos papeleras, no tenemos buzones y no tenemos servicio de limpieza viaria, sí que pagamos nuestros impuestos y, además, nuestras multas cuando nos caen. Merecidas O NO.

¿Por qué no matar todos los gatos?

Desde siempre se ha sabido, claro que sí, que los gatos están asociados a las brujas, los herejes, los demonios en general y al Diablo, con mayúsculas, en particular. Hasta el Paga Gregorio IX lo declaró, en 1233, la reencarnación de Satanás. Y sabemos que el Papa no se equivoca nunca. Nunca. Y por si quedaba alguna duda y todavía quedaban remolones que miraban con condescendencia a los mininos, luego vino el Papa Inocencio VIII y, en 1484, excomulgó a todos los gatos. Además, aquellos que estuvieran junto a brujas (que prácticamente eran la mayoría de las mujeres que viviesen solas), debían ser quemados con ellas. Con un par.

Después vinieron las terribles plagas de la peste negra o peste bubónica, que se cargó a millones de europeos. Ojito al dato: millones. Una peste que transmiten las ratas, o mejor dicho, los parásitos que viven tan ricamente en las ratas. Por cierto, las ratas no habían sido excomulgadas ni nada de eso. No había prácticamente gatos que las mantuvieran a raya, de modo que se reprodujeron, no como conejos, sino como lo que eran, como ratas, que son aún más prolíficas. Y claro, salen algunos tontos por ahí diciendo que si hubiese habido gatos, no habría pasado eso, y que en el pecado cometido con los felinos llevaron la penitencia de la peste transmitida por las ratas.

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Cartagena ¿dónde mejor?

A veces, algunas fotos quedan bien, y esta que tomé hace unos meses, me gustó.

Amanece en el puerto de Cartagena.
Amanece en el puerto de Cartagena.

La frase «Cartagena ¿dónde mejor?» la acuñé a principios de los 90 para una campaña que hice cuando trabajaba para la Concejalía de Turismo del Ayuntamiento de Cartagena.

Vacaciones forzosas

Vacaciones forzosas fue el tema con que retomé mi antiguo blog en Enero de 2012, después de otro parón por razones diversas. Entonces decidí reeditar mi Carta-a-ginés que había empezado también en Enero pero de 21 años antes, en 1991. Desempolvé a mi personaje Pencho para que hablase de asuntos de Cartagena. Como explicaba Pencho a su amigo Ginés en la entradilla, había un poco de revuelo en la ciudad, o más concretamente entre los funcionarios del Ayuntamiento porque éste quería que tomasen forzosamente las vacaciones durante el mes de Agosto, por aquello de reducir costos y la crisis, que sirve de excusa para todo.

vacaciones-forzosas

Ahorro en el Ayuntamiento de Cartagena

No sé cómo acabaron aquellas vacaciones forzosas de Agosto. Yo no volví a oír hablar de ellas.