Mierdas eternas

Somos guarros, así, en general, y desde el cariño. No hace falta encargar un estudio a ninguna universidad buena o mala para saberlo; es algo fácilmente comprobable a ojo de buen cubero, basta con salir a la calle y abrir los ojos. Y no estoy hablando de la higiene particular y casera de cada quien, que ni la sé ni me importa. Me refiero a la colectiva, al uso que hacemos de las vías y espacios públicas. Y por ser eso, públicas, normalmente no pensamos que son de todos, sino que son “mías”. Y como son mías, hago lo que quiero y me cago en ellas. Y si yo no, mi perro.

Hablo de las cacas de perro porque es ese el cao que me trae hoy aquí, pero puede ser de cualquier naturaleza la mierda y en cualquier ubicación el lugar. Podemos hablar de papeles, compresas y pañales usados, latas de refrescos vacías, pilas agotadas… lo que nos venga a la cabeza. Y el lugar son las calles, las playas, las plazas y parques, cines, bares… cualquier lugar por el que pasen los bárbaros. Y no los del norte, no. Los de los cuatro puntos cardinales, porque de ser guarros no se escape nadie. Así tenemos el planeta como lo tenemos.

Pero vuelvo a las cacas de perro. El Ayuntamiento de mi ciudad, Cartagena, ha lanzado una campaña para promover la limpieza o, mejor dicho, el no ensuciamiento, de las calles con las dichosas caquitas, que solo recogemos unos cuantos, porque me incluyo en los que sí lo hacemos porque es verdad, porque me gasto en bolsas una pasta ya que mis perros son unos muy cumplidores cagones, porque la falsa modestia es asquerosa, porque pese a mi artrosis doblo el esqueleto y recojo las porquerías, por un montón de razones y porque el blog es mío y lo escribo yo. Ea. Bueno, sigo, porque es que me indigno y se me va el oremus. El Ayuntamiento ha puesto unos carteles muy adecuados en que tienen una parte educativa y otra parte disuasoria-represiva-sancionadora recordando las multas por no recoger las heces, que van de 30 a 300 euros. Y 300 €, para los sueldecillos actuales, ya pueden suponer hasta el 90% del salario. Pero, no me parece mal porque, como decía al inicio, somo muy guarros.

Este es el cartel recordando los deberes cívicos

Pero quería escribir sobre esto no era para informar de las campañas urbanas municipales, que ya hay otros lugares dedicados a eso y lo hacen mejor que yo.  Imaginemos ahora que el cartel fuera este otro.

Versión alternativa
Así es como vi yo el cartel cuando me lo eché a la cara la primera vez. Es un montaje mío, evidentemente. Pero resultaría chocante ¿verdad? ¿Qué hace ese buen hombre con la bolsa de la caquita? ¿A dónde va? ¿De dónde viene? ¿Cuánto tiempo hace que la lleva? Y si me hago tantas preguntas es porque vivo en Tentegorra. Donde no hay NI UNA papelera.

Y si fuesen solo las papeleras lo que falta en mi barrio, me daría con un canto en los dientes. Pero faltan muchas cosas más. Por ejemplo: no hay aceras. Ya escribí sobre eso una vez, y seguimos igual. Y tampoco hay alumbrado suficiente, tan insuficiente como que hay calles totalmente a oscuras y los vecinos salimos a pasear con linterna. Esto no es broma. Para ver y para que nos vean los coches que pasan a nuestro lado (recuerden, sin aceras). Tampoco tenemos un triste buzón de correos. Cuando escribimos una carta, porque todavía hay quien escribe en papel, hay que ir al pueblo vecino, Canteras, a echarla. Pasa el servicio de recogida de basuras a diario, faltaría más, pero… ¿limpieza viaria? Jamás. En los veinte años que llevo viviendo en Tentegorra no los he visto ni una sola vez. Por eso, las basuras que tiran los guarros al suelo se quedan ahí hasta que se van degradando por efecto del sol y la lluvia. Hay algunas paradas de autobús que son simplemente un poste que así lo indica (vuelvo a recordar: sin aceras). Y como ahí se detienen más tiempo los guarros -y las personas limpias, claro- también se acumula la suciedad. En una parada de autobús se pueden encontrar bolsas de patatas, colillas, cajetillas de tabaco, pañales usados 🙁 , envases de yogur, latas de refrescos, y todo lo que quiera imaginar. Y todo eso no se retira jamás. Jamás. Simplemente se va degradando durante el invierno, cuando hay menos tránsito peatonal. Y cuando llega el verano y regresan los usuarios de las piscinas públicas se renueva el montón de residuos para degradar durante la temporada siguiente. No estoy exagerando lo más mínimo. Es fácil de comprobar yendo al sitio en persona.

Pues allí vivimos muchos vecinos que tenemos perros. Y los sacamos a pasear, claro. Y habemos de todo. Están los guarros, que son muchos, estamos los civilizados que somos menos, y están los intermedios, que son los que tienen buena voluntad pero flaquean. Imaginen la situación, van con su perrito, al que le llega el momento de evacuar, tienen su bolsita preparada, recogen el regalito y luego… miran a un lado y otro, desconcertados… ¿dónde tiro la bolsa, dios mío? Hay algunos que hacen, mejor dicho, hacemos, una especie de Camino de Santiago, para redimir nuestros pecados, llevando la bolsa con la ofrenda hasta el próximo contenedor que, si tienes suerte, puede caer cerca pero, si el animalito hace caca en el sitio inadecuado, puede ser que tengas que recorrer un kilómetro o más con el pastel. Pues bien, en ese grupo de intermedios están los que aceptan el castigo con resignación y están los que, cuando han recorrido unas decenas de metros, optan por depositar con mimo y esmero la bolsita de la caca entre las plantas y matojos más cercanas. Y en ese punto, me pregunto yo si no sería mejor dejar la caca al aire libre para que pueda degradarse y reciclarse que dejarla en una bolsa de plástico, porque así, esas mierdas serán ETERNAS. Y ya hay muchas.

Me parece bien que se multe a los guarros, pero también hay que dar los servicios correspondiente. Se nos indica, con razón, que cada derecho implica un deber. Y los gobernantes deberían recordar que cada impuesto conlleva unos servicios a cubrir. Allí en Tentegorra, donde no tenemos alumbrado, no tenemos aceras, no tenemos papeleras, no tenemos buzones y no tenemos servicio de limpieza viaria, sí que pagamos nuestros impuestos y, además, nuestras multas cuando nos caen. Merecidas O NO.

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