Un ratico en la glorieta

Estuve tomando unas fotos, repitiéndolas mejor dicho, en la Plaza de San Francisco, la Glorieta de Cartagena por antonomasia, con esa manía mía de volver a retratar un lugar y volver a hacerlo años después, viendo en qué ha cambiado.



A veces las variaciones son imperceptibles y otras son importantes, para bueno o para malo.  La glorieta ha cambiado poco en estos últimos veintitantos años, (la primeras fotos las tomé en 1990 y las últimas ahora, en 2013) pero el cambio no ha sido para mejorar, al menos para mi gusto.

Si hubiese podido fotografiarla desde sus inicios, cuando estaban allí el Convento y la Fuente de San Francisco, de donde toma el nombre, entonces sí que habría podido recoger cambios sustanciales con la cámara.

Habría podido fotografiar la Feria de Santiago  que se celebraba en verano, primero en el Lago, luego en la Plaza de San Francisco y finalmente se fue al muelle, al Paseo de Alfonso XII, donde desapareció para renacer con otras características más modernas. Vendría a ser el equivalente lejano de la Mar de Músicas actual.

También habría podido fotografiar las placas que daban nombre a la plaza. Y en una foto se leería, por ejemplo “Plaza del General Prim”. En otra sería la “Plaza Valarino Togores”. Y hasta, por un breve espacio de tiempo, la habría podido fotografiar como “Plaza de Dolores Ibárruri (la Pasionaria)”, pero al final, como al principio seguiría siendo Plaza de San Francisco.

Si pudiese viajar por el tiempo me plantaría en el 2 de Mayo de 1927 para ver y fotografiar la inauguración del monumento a Isidoro Máiquez. Y de paso procuraría enterarme de si el que se hubiese elegido un 2 de Mayo era por la participación activa que tuvo nuestro paisano en la Guerra de la Independencia, porque además de ser un gran actor tenía otras inquietudes y actividades.

Yéndome aún más atrás, hasta 1879, habría podido fotografiar el primer Lavatorio de Pilatos, que se celebraba también en la Plaza San Francisco durante las Semanas Santas cartageneras.

Como digo, si tuviese una máquina del tiempo, que no tengo, habría podido fotografiar allí el Mercadillo de las Flores antes de que emigrara, y también la Casa de Misericordia, antes de que se fuese a la calle San Diego.  Y si tuviese una excavadora, que tampoco tengo, y no tuviese claustrofobia, que sí que tengo, podría fotografiar los refugios subterráneos que se construyeron durante la guerra civil y que todavía permanecen en el subsuelo de la glorieta.

Aunque lo que más ilusión me haría sería viajar a mediados del siglo XVII, cuando derribaron el Convento de San Francisco y explanaron toda la zona y la convirtieron en Plaza porque fue entonces cuando plantaron esos enormes ficus. Me habría hecho ilusión fotografiarlos cuando eran como el que tengo en una maceta de mi terraza.

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