Llamar murciano a la mayoría de los cartageneros ya son ganas de tocar las narices, y se suele hacer o por ignorancia o por mala leche.
En una de las visitas que hizo Franco a Cartagena, lo hizo, no se sabe si por lo uno o por lo otro, aunque de ambas cosas iba sobrado, especialmente de una.
Ocurrió que se instaló todo lo necesario para el discurso oficial, en cuestión de altavoces, micrófonos, conexiones de radio, etc. y cuando el dictador comenzó con su voz de pito, solamente se oyó la primera palabra: “¡Murcianos…!” Luego clic y el silencio.
Fallo técnico, sabotaje, justicia divina… Lo más probable es que fuese lo primero, claro, pero estando en Cartagena y comenzando así, alguien pensaría que también cabía la posibilidad de un sabotaje icue. Se iniciaron las investigaciones y los técnicos de la emisora de radio que se habían encargado de la instalación y conexiones lo pasaron mal hasta que se llegó a la conclusión de la consabida avería.
¡Qué gentesica!