Un cactus, o cacto, es una planta que se mueve poco, por no decir nada. Florece poco, por no decir nada.
Tan raras son sus flores que algunas tienen una vida de un solo día. El término “Flor de cactus” es sinónimo de algo efímero, fugaz. Un cactus es una planta simpática, a pesar de sus espinas, porque resiste, requiere pocos cuidados, la colocas en un sitio y, normalmente, queda bien.
Pero si hay algo que caracteriza bien a un cactus es que son capaces de vivir de las rentas como ninguna otra planta. Almacenan el agua mucho mejor que los camellos, que son capaces de atravesar desiertos. Los cactus no es que los atraviesen, es que viven en ellos. Llega un pequeño chaparrón y guardan esa agua, la administran, la racionan, y viven de ella largas temporadas de sequía hasta que llegue otra pequeña nube que calme la sed.
Digamos que un cactus no es brillante y colorido como una rosa, no enamora como una orquídea, no hace vibrar como los geranios, no te pone alegre como las sencillas margaritas, ni siquiera perfuma como un modesto jazmín. No. Un cactus es práctico, aguanta, resiste. Aunque, eso sí, aburre hasta a las ovejas.
Y, a veces, los cactus también llegan a ser entrenadores de fútbol. El entrenador de Cartagena podría ser un caso.

Nota: 8 de Octubre de 2017. Marbella 1 – Cartagena 0. El Efesé está en mitad de la tabla, han pasado los meses, sigo pensando lo mismo.
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