¿Un vampiro en Cartagena? Es algo así como lo de la Parrala, unos dijeron que sí, otros dijeron que no… pero si escribes en Google «El vampiro de Cartagena» te aparecen más de 160.000 entradas.
Hay artículos en prensa, en revistas especializadas en el gremio, lo encuentras en Youtube, también le ha dedicado alguna sección Íker Jiménez en sus programas Milenio3 y Cuarto Milenio, hay un libro editado sobre él, escrito por Fernando Gómez, y algunas cosas más. Pero ¿cuánto hay de verdad en ello? Si los especialistas no llegan a ponerse de acuerdo, no seré yo el que pueda aclararlo. Lo que sí puedo hacer es resumirlo, después de haber leído y escuchado a unos y otros.

Según cuenta la leyenda-historia, todo comienza en 1898 cuando un buque, que unos dicen serbio, (difícil ya que Serbia no tenía salida al mar) y otros dicen yugoslavo (imposible, ya que Yugoslavia se creó años después) desembarcó en el puerto de Cartagena un ataúd vacío, que nadie reclamó, y quedó en los almacenes de la Marina durante varios años. Puede que el ataúd fuese serbio aunque el buque fuese de otra nacionalidad, claro.
Más tarde, unos dicen que en 1912, otros que en 1914 y otros, la mayoría, que en 1915, en plena Primera Guerra Mundial, alguien reclamó, desde La Coruña, aquel misterioso ataúd. Había que llevarlo allí pero, al parecer, una de las condiciones es que el carro que lo llevase tenía que pasar por diferentes localidades que no eran precisamente el trayecto más corto entre Cartagena y La Coruña. No se sabe quién lo reclamó pero sí puede uno hacerse la idea de que era un poco caprichoso o rarito, porque el trayecto que tuvo que hacer el ataúd, después de salir de Cartagena, tuvo que ir a Alhama de Murcia, luego desviarse hasta Almería, volver hacia Calasparra, marchó luego a Toledo, Borox, en la propia provincia de Toledo, Madrid, Santillana del Mar, Comillas y finalmente La Coruña. Es de suponer que parase o pernoctase en más lugares pero de esos otros no se tienen noticias.
Cuando el paquete llegó a La Coruña, el caprichoso no estaba allí y tampoco apareció nadie a ocuparse del ataúd viajero por lo que, tras un tiempo de espera, lo despacharon de vuelta a Cartagena aunque, ahora sí, por el camino más corto y derecho. Cuando el ataúd volvió al principio seguía sin dueño pero luego cuentan que hubo un noble de origen serbio, que vivía en un hotel o pensión de Alhama de Murcia, que reclamó su propiedad. Desapareció también el noble sin llegar a hacerse cargo del féretro y entonces, las autoridades cartageneras decidieron enterrar aquel ataúd vacío en un cementerio de la ciudad, se supone que en el de los Remedios, en Santa Lucía. No sé si es o era normal enterrar un ataúd vacío, pero eso cuenta la historia. Claro que contar, también cuenta que el noble no era serbio, sino polaco, y otros dicen que había dos, un serbio y un polaco. Hubo hasta quien puso nombre al noble serbio: Ugarés.
Hasta aquí sería una historia pintoresca y nada más, pero el que se haya hecho famosa es porque hubo más. Al menos eso cuentan. Y lo que hubo es que por donde fue pasando el ataúd en su extraño recorrido, hubo casos de vampirismo (aunque la causa oficial de las muertes fue de anemia perniciosa), hubo asesinatos y hubo desenterramientos de cadáveres. Para empezar, ya antes de la salida a la policía de Cartagena se denunciaron robos de cadáveres en cementerios de la zona. Luego falleció una niña en Alhama de «anemia perniciosa» galopante y fue enterrada al día siguiente. También hubo casos en Borox, Santillana del Mar y Comillas, investigados por diferentes estudiosos del tema. Y se disparó la leyenda del vampiro que viajaba por toda España dejando un reguero de sangre a su paso.

Como las peores mentiras son las verdades a medias y en esta historia parece que haberlas, haylas, resulta ahora ya muy difícil separar el trigo de la paja.
Parece comprobado, y subrayo el parece, que el ataúd vacío llegó a Cartagena. Y parece comprobada la muerte de la chica de Alhama por anemia y otras en otras localidades, pero es algo que no era demasiado extraño en aquellos tiempos. Dice un investigador (no recuerdo su nombre y escribo de memoria) que una anciana de Alhama recordaba al noble serbio que vivía en la pensión y «que sólo salía cuando se ponía el sol». Y también hubo otra mujer, en Borox, que recordaba las historias que contaban de un hombre que «chupaba la sangre». Aquel dato tuvo tanto éxito que al Vampiro de Cartagena también se le llama el Vampiro de Borox.
Pero el resto es un cúmulo de «dicen» y «dijeron». Al parecer la historia está inspirada en un relato de ficción escrito y publicado en los 60 por Alfonso Sastre y que un abogado de Toledo, en la década de los 80, la recordó y se la contó como cierta, consciente o inconscientemente, a un investigador que la publicó. Luego se fue «enriqueciendo» por diferentes autores o investigadores y en los 90 volvió a salir en revistas.
Para hacerlo todo más enrevesado, hay quienes han estudiado la historia y dicen que el relato de ficción de Alfonso Sastre, en realidad, está inspirado en algunos datos reales. Y cuando investigadores de la opinión contraria, los que piensan que es todo pura leyenda, han publicado datos sobre ella, curiosamente han conseguido que se difunda aún más y en el mundo de habla hispana, la mayoría la da por ser una historia real.
Me olvidaba: por supuesto se dice que el noble serbio era el vampiro que viajaba en el ataúd por toda España, y también dicen que en el ataúd enterrado en el cementerio de los Remedios está (o estaba) el vampiro. Y por último, dicen que hay una lápida de piedra en esa tumba en la que únicamente hay grabado un murciélago. Yo voy a veces por allí y no la he visto nunca, pero claro, tampoco las he visto todas.
Sea verdad o falsa, tenga un poco o un mucho de cierto, lo que es innegable es que la historia de «El vampiro de Cartagena» ya ha pasado a ser un clásico de las crónicas vampíricas y nadie conseguirá erradicarla de allí.