Las calles suelen cambiar de nombre a lo largo de su vida, casi siempre por avatares políticos, pero alguna, por extrañas razones, se mantienen firmes en su nombre sin cambiar. Ese es el caso de la calle de San Francisco, chiquita pero matona.
Cuando nació, hace un número largo de siglos, formándose la ciudad, tomó el nombre de San Francisco por formarse junto al convento de igual nombre que allí había y que luego desapareció. Y pese a que hubo algún escarceo con otros nombres, como “Joaquín Costa” o calle “de los carpinteros” por los talleres que allí había, el pueblo soberano siguió llamándola Calle de San Francisco, y así hasta hoy, por los siglos de los siglos.
Lo dicho, es chiquita, une la plaza de San Ginés de la Jara con la calle de Campos (la calle del Campo) y no hay ninguna otra calle que desemboque en ella… casi.
Casi porque no hay calles afluentes pero sí un callejón, y no un callejón cualquiera, sino el de Zorrilla, lugar donde nació, nada más y nada menos que nuestro paisano, padre del submarino, D. Isaac Peral y Caballero.
Por cierto, que el callejón no debe su nombre al genial autor de D. Juan Tenorio, sino a un religioso llamado Fray Manuel Zorrilla.
El cambio habido en ella en los años que han transcurrido entre las tres fotos que le hice no ha sido muy positivo. A ver si tiene mejor suerte en los venideros.
La calle Ángel Bruna es la calle 14 del Ensanche y una de las más largas de Cartagena. A diferencia de la calle Ramón y Cajal, la famosa calle 18, no ha conservado su número en la memoria de los cartageneros.
En los “controles” que hago periódicamente a algunas calles, tomando fotos desde el mismo punto y con la misma orientación, para comprobar la evolución (o no) de la ciudad en los últimos años, no se aprecian cambios de consideración. Algo en el tramo correspondiente a la parte antigua, al sur del Paseo de Alfonso XIII y casi nada en el tramo largo del Ensanche, al norte de dicho Paseo.
Los políticos honrados, como las meigas, haberlos haylos, aunque sean menos que las brujas, y Ángel Bruna es uno de ellos. Fue alcalde de Cartagena muy poco tiempo, de marzo de 1901 a diciembre de 1902, pero bien aprovechado.
En ese breve mandato hizo cosas suficientemente trascendentes como para dejar grato recuerdo en la memoria de los cartageneros y para que le dedicasen una de sus calles principales.
Esas cosas fueron, por ejemplo, dedicar a la educación mayor esfuerzo que muchos ministros del ramo recientes y enviar a dos destacados maestros nacionales cartageneros a recorrer Europa, estudiar los más avanzados métodos educativos e implantarlos en Cartagena. Ahí es nada.
También fundó las Escuelas Industriales e hizo algunas otras acciones de relevancia.
Y, sobre todo, a él le agradeció infinitamente la población el derribo de las murallas que la constreñían, iniciando la expansión de la ciudad con lo que supuso de alivio urbanístico, demográfico, sanitario, estético, etc. Él mismo, pico en mano, inició el derribo de las Puertas de Madrid aunque esto quedó en su debe, ya que no tuvo la precaución de conservar las Puertas como legado histórico y las derribó junto con las murallas. Hoy solo las podemos contemplar en fotos.
Puerta de Madrid
El inicio de las obras del Ensanche de Cartagena fue en 1902, durante el mandato de Ángel Bruna Egea.
La calle Ángel Bruna inicia su recorrido en la plaza de López Pinto, o la puerta del Parque de Artillería, que siempre será el Parque aunque no lo sea, y lo acaba en la plaza de Severo Ochoa.
Muchas calles y plazas de todas las poblaciones cambian de nombre a lo largo de su historia y esos cambios resultan aceptados o no. Porque no siempre las decisiones de los mandatarios municipales coinciden con los gustos de sus vecinos y cuando un nombre no cuaja, no cuaja, y al final termina por imponerse el nombre popular.
Y también hay casos como el de la calle Jabonerías o Sagasta en Cartagena, en que son capaces de llevar una coexistencia pacífica a lo largo de los años, sin tirarse los trastos a la cabeza.
El nombre oficial es el de “Jabonerías” y lo debe a las diferentes fábricas y almacenes de jabón que se instalaron en ella tiempo atrás. Y el instalarse allí y no en otra parte no fue por capricho, sino por necesidad. Ese tipo de industria necesita estar cerca del mar para evacuar las aguas salitrosas resultantes de la elaboración del producto y allí cerca estaba entonces el mar de Mandarache, hoy dársena del Arsenal Militar. Con el tiempo, aquellas industrias emigraron a otra parte también cercana al puerto, pero el nombre permaneció.
¿Y lo de Sagasta? Pues se debe a que en una ocasión pernoctó en ella D. Práxedes Mateo Sagasta, miembro del Partido Liberal, cuando el término liberal significaba progresista y no lo contrario, y siete veces presidente del gobierno de España, entre 1870 y 1902.
La calle de Jara se llamaba antes calle de Xara, y debe su nombre a algunos alcaides, padre e hijo, que se llamaron así de apellido.
Aprovecho aquí para recordar o aclarar a los que lo olvidaron o nunca supieron, que en castellano antiguo, la equis sonaba como jota. Y que aunque algunas palabras, nombres propios sobre todo, mantuvieron la grafía, como México, el sonido sigue siendo jota. Y se pronuncia Méjico, el que quiere, claro, que cada uno es muy libre de hacer con su cultura un trapo.
Xosé, Xavier o Xerez son José, Javier y Jerez en cuanto a sonido, aunque ya sé que es predicar en el desierto porque resulta mucho más guay decir cosas diferentes y raras, e intentar tener personalidad a base de cosas externas que suplan quizás aquello que no se tiene por uno mismo. Y recuerdo que hablo del castellano, no de otras lenguas, cuya gramática desconozco. Resulta entre ridículo y patético escuchar a los modernos hacerse un nudo en la lengua para decir que el Efesé ha ganado en Kserez de la Frontera, o algo parecido.
Volviendo a la calle de Jara, ésta también ha tenido otros nombres que no han prosperado porque el pueblo no ha querido aunque las autoridades lo hayan intentado, bautizándola como de Ángel Aznar o de Salvador Seguí.
Además de muchos locales, comercios y edificios singulares que ha habido en ella, que yo no recuerdo y que además no es el objeto de este blog, destacan, y por eso si me acuerdo, el periódico El Eco de Cartagena, que estuvo aquí a partir de 1920, y sobre todo, desde un poco antes, en 1916, el edificio del Gran Hotel, del también grande Víctor Beltrí. Afortunadamente éste sigue estando a la vista para disfrute de todos los que quieran recrear la vista en sus líneas ágiles y armoniosas.
En cuanto a mis excursiones fotográficas, fotografié la calle en 1990, 2005 y 2013 y esta es su evolución. O no. Queda al criterio de cada quien.
Vista desde el Gran Hotel.Desde la esquina de la Calle San Miguel
En Cartagena estuvo el convento de San Francisco de Asís y tenía un huerto. Aquel huerto unía la calle del Caballero con el interior de la ciudad, que estaba amurallado, y lo utilizaba la población para entrar y salir y comunicarse con los campos externos. Los frailes cerraban a veces, por razones de seguridad, aquellas puertas, y lógicamente, la que más se cerraba era la que daba al campo, o sea la Puerta del Campo.
Cuando años después se demolió el convento y el huerto, aquella servidumbre de paso se convirtió en una calle y pasó a llamarse eso… la Calle del Campo.
Se llamó un tiempo calle de González Tablas, un militar navarro, pero los cartageneros, erre que erre, siguieron llamándola calle del Campo. No sé cuándo se produjo la metamorfosis y pasó al plural de Calle Campos.
Sí sé que hubo allí un edificio muy famoso en nuestra ciudad, llamado La Tercena, que fue demolido en los años 40 y en el solar que quedó y se llamó Plaza de Campos se instalaba el cine de verano Marisol y posteriormente en dicho solar se edificaron los locales destinados al Banco de España y Hacienda Nacional. El primero se lo llevaron a Murcia y a cambio nos dejaron la Hacienda Autonómica. En 1950 se construyó el Kiosco Fénix, una institución ya en Cartagena, y ojalá que dure mucho tiempo.
Fotografié la calle Campos, desde la esquina de la calle San Francisco en 1990, 2004 y 2013 y aquí puede verse el cambio.
La verdad es que el camión de la Pepsi estorbaba un poco pero yo llevaba prisa y él no. Ya la renovaré otro día, no será difícil. Si somos capaces de ponerle puertas al campo, podemos cualquier cosa.
En el pasado hubo dos calles Hondas: la baja y la alta. La baja es es la que hoy conocemos como tal calle Honda y la alta era la Calle Balcones Azules, cuando tenía el otro nombre. Tenían una gran competitividad entre ellas en diferentes asuntos, como por ejemplo en cuanto a los desfiles procesionales.
Poco a poco, la calle Honda Alta fue perdiendo aquella batalla y perdió hasta el nombre, se fue degradando y hasta finalmente ha desaparecido como tal calle.
En cuanto a la calle Honda Baja, al desaparecer la «competencia» se quedó en Honda a secas, aunque ha tenido otros a lo largo de su vida, como la calle del Capitán Briones. El pueblo, que es muy tozudo, siguió llamándole Honda y al final el Ayuntamiento claudicó -por ahora- y así es como se conoce actualmente.
Con el nombre de Carrerón de la Caridad vieja ya no conoce nadie a la Calle de la Caridad, pero es como se llamó un tiempo, allá por el siglo XVII.
También se llamó Calle de los Carreteros aunque quizás no fuese ni calle sino un simple camino de entrada a la ciudad amurallada desde el exterior, como vía de entrada de carreteros que transportaban, entre otras cosas, agua, algo de lo que siempre estuvo necesitada la ciudad por no haber manantiales en el casco antiguo.
El trayecto unía la Serreta con la plaza de Risueño (no del Risueño, como dicen algunos, ya que está dedicada al médico cartagenero Benigno Risueño Amador, que fue famoso internacionalmente y que hubo de exiliarse por sus ideas liberales, cuando liberal significaba lo contrario que ahora).
La Plaza del Risueño se llamó anteriormente Plaza de los Caballos o de las Caballerizas, porque se ubicaban en ella cuadras con animales de gente pudiente. También fue el lugar donde se emplazaba el patíbulo donde se ajusticiaba a los reos.
Volviendo a la Calle de la Caridad se llamó así porque durante mucho tiempo estuvo en ella el Hospital de Caridad fundado por el soldado de galeras Francisco García Roldán. Después, cuando se construyó el templo de la virgen de la Caridad éste tomó el nombre por el Hospital.
Durante la guerra civil, además de trasladar el hospital por seguridad a Los Barreros, se le cambió el nombre (¡cómo no!) por algo más laico y se llamo Policlínico Roldán.
Calle de la Caridad
Y así he visto el cambio de 1990 a 2013 de la calle de la Caridad, que no debe su nombre a la Virgen, sino al revés.
El nombre original fue “Calle del caballero” pero no se refería a ningún personaje montado a caballo ni alguien distinguido. En realidad no se refería a nadie, sino a algo.
Cuando ni siquiera había calle allí, lo que sí había era un “caballero” pero con el significado que tiene en la construcción militar, es decir, según la RAE, una obra de fortificación defensiva, interior y bastante elevada sobre otras de una plaza, para mejor protegerlas con sus fuegos o dominarlas si las ocupase el enemigo.
Luego, la ciudad se fue ampliando fuera de las murallas y la calle que allí se formó tomó el nombre del caballero, que luego desapareció aunque se mantuvo el nombre en la calle.
Como todo el mundo sabía, porque ahora ya se sabe cada vez menos, los Tres Mosqueteros eran cuatro. A Porthos, Athos y Aramis había que añadirle D’Artagnan, que aprobó luego las oposiciones a mosquetero del estado.
Y si alguien visita la calle de los Cuatro Santos podría llegar a la conclusión de que son tres porque en sus hornacinas están San Fulgencio, San Isidoro y Santa Florentina, pero no está San Leandro, que se halla en buenas manos para su restauración. Cuando pase la ITV, que se está haciendo larga, volverán a ser cuatro.
El lugar donde están las hornacinas con los cuatro hermanos cartageneros, hijos del Duque Severiano, y que alcanzaron la santidad, se llamaba antes Las Cuatro Esquinas, un nombre muy poco original ya que en casi todas las ciudades había un lugar llamado así, y solía ser centro de reuniones y actividad ciudadana.
Y las Cuatro Esquinas no eran, como hoy, centro de la Calle de Los Cuatro Santos, sino que eran comienzo y fin de dos calles porque, aunque hoy sea una sola, antes era calle de Sola (por Don Luis de Sola, un religioso que vivió en ella) desde la calle del Aire hasta la calle de Jara, o sea, hasta las Cuatro Esquinas. Y la otra calle, que partía de ese punto y llegaba hasta la plaza de San Ginés (de la Jara) se llamaba calle de Ginés Díaz.
Antes de estos nombres, habían existido otros, como calle de Jusepe Pérez, un comerciante de Génova afincado en Cartagena, y luego fue de calle de Juan Pérez Pica, que era hijo del anterior.
De Las Cuatro Esquinas a Los Cuatro Santos.
En el citado lugar conocido como Cuatro Esquinas y también como Cuatro Cantones hubo a principios del siglo dieciocho cuatro cuadros dedicados a los cuatro hermanos santos. En el año 1745, un vecino llamado Francisco García, pidió permiso al Ayuntamiento para sustituir los cuadros por cuatro esculturas hechas por él y como el permiso le fue concedido, poco a poco las dos calles se fueron viendo como una sola, que empezó a ser conocida como “de los Cuatro Santos”.
Después de alguna peripecia menor, la más importante tuvo lugar en 1905 cuando el Ayuntamiento decidió eliminar las cuatro hornacinas de los santos, lo que originó una protesta de los cartageneros, que obligó a recular al consistorio y además éste, para quedar bien quizás, ordenó que las hornacinas fueran cambiadas por otras de más calidad y mejor diseño, aunque, eso sí, las pagaron los vecinos de la calle.
San Leandro, ausente
Santa Florentina
San Fulgencio
San isidoro
Por cierto, el nombre oficial es “Calle de los Cuatro Santos” y no “Calle Cuatro Santos” pero tendemos a acortarlo todo, sea por prisa, comodidad, desconocimiento o pereza. Y por las nuevas tecnologías, supongo. Es un nombre muy largo para Twitter o SMS. A lo mejor algún día la rotulan como C4Snts. ¡Qué bonito!
Patronos a porrillo.
Los cuatro hermanos, junto a su padre el Duque Severiano, salieron de Cartagena al exilio, sobre el año 533, por razones políticas, cuando alcanzó la corona real el godo Atanagildo. Se marcharon a Sevilla y allí tanto San Leandro como San Isidoro alcanzaron gran relevancia, especialmente el último.
San Isidoro , fue Arzobispo de Sevilla, Doctor de la Iglesia, enciclopedista y autor de la obra “Etimologías”, llegando a ser el cartagenero más universal que ha habido hasta ahora. Más que Isaac Peral o Arturo Pérez-Reverte, sí.
Cartagena puede carecer de muchas cosas pero no de santos patronos. A cualquier que se le pregunte, nos responderá sin dudarlo que es “la virgensica de la Caridad”. Pero mucha gente sabe que, además, hay una patrona más antigua: la virgen del Rosell, a la que ahora se le da el título de consolación de co-patrona. Pero la cosa no acaba ahí. En 1612 el Ayuntamiento de Cartagena declaró patronos de la ciudad a los Cuatro Santos nacidos en ella.
No deberían tener los papeles muy en orden en el Ayuntamiento porque sólo 52 años después, cuando en 1677 se declaró una grave epidemia y se quiso pedir ayuda al santo patrón de la ciudad, nadie sabía quién era ni tenían documentación. Así que, ni cortos ni perezosos, metieron en una bolsa los nombres de muchos santos y eligieron uno al azar, saliendo el nombre de San Ginés de la Jara, que fue nombrado Santo Patrón y al que se encargó que combatiera la epidemia. Parece que no lo hizo mal y tiene desde entonces fama de milagrero. Aunque de San Ginés, el patrón más democrático de los, al menos siete, que tiene la ciudad, hablaremos otro día.
Santos futboleros
Antes que San Isidoro, su hermano mayor San Leandro, al que sucedió, también fue Arzobispo de Sevilla y a ambos se les considera de los mayores impulsores del catolicismo. Su labor desarrollada en Sevilla ha hecho que, entre otras cosas, estos dos hermanos cartageneros aparezcan en el escudo del Sevilla C.F., junto con Fernando el Santo, el rey conquistador de aquella ciudad.
Yo estoy muy contento de que los cartageneros estén en el escudo del Sevilla pero, a pesar de eso, sigo siendo más del Betis. ¡Manque pierda!
La calle de los Cuatro Santos, en 1990, 2004 y 2013.
Siguiendo esa manía que tengo de fotografiar el mismo sitio en épocas diferentes para poder comprobar su evolución (o no) con el paso del tiempo, aquí están las fotos que tomé de la calle de los Cuatro Santos en 1990, luego en 2004 y finalmente este año 2013, poco antes del verano.
También ha tenido muchos otros nombres esta calle. Se ha llamado de San Ginés, por San Ginés de la Jara, copatrono de Cartagena. Se ha llamado Calle de la Mesta. También tuvo un tiempo en que estuvo consignada como calle de Luis Angosto, fundador de la Cofradía de San Ginés de La Jara. Y también el Ayuntamiento la nominó un tiempo, sin éxito, como Calle de Milans del Bosch.
Pero los nombres que más nos van aproximando al actual son los de “Calle de los Corrales”, “Calle de los Corrales Nuevos”, “Calle de las Cocheras del Duque” y “Calle del Duque de Nájera”.
Tanto trajín de corrales y cocheras fue debido a que en esta calle no es que viviera tal duque, sino que en ella estaban ubicadas las cuadras donde se encerraban sus caballos.
La casa del Duque de Nájera, que también existe todavía, aunque no sé si vivió en ella alguna vez ya que ese ducado, creado por los Reyes Católicos en 1.482, y que todavía existe, ha tenido muchas por toda España y ésta sería una más de su patrimonio, está en la Plaza de San Ginés (de la Jara, claro) haciendo esquina con la propia calle del Duque y frente a la calle Cuatro Santos. Para más información, consultar el excelente blog de Juan Almarza Pozuelo en este enlace.
Finalmente… Calle del Duque
Todo un icono desaparecido: el gallo.
Como el idioma siempre tiende a ahorrar y economizar más que los gobiernos en crisis, todos esos nombres se quedaron finalmente en Calle del Duque. Y punto. Que es mucho más corto y cómodo, aunque suponga ir perdiendo información histórica.
Mi historia de esta calle, mucho más modesta y corta, recoge únicamente algunas de las diferencias habidas en estos últimos 23 años, desde 1990 hasta hoy, 2013.
Al fondo, el Lago y el Palacio de Aguirre.
Como casi siempre, ha habido cambios a mejor y también a peor.